Gerardo Soria/ El Economista
Para el momento en que usted, amable lector, lea estas líneas, es muy probable que ya esté debidamente constituido el pleno del nuevo Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel). ¡Enhorabuena! Hemos dejado atrás la gestión más polémica y corrupta de la extinta Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel): la época de Mony de Swaan.
El expresidente de la Cofetel llegó al cargo sin más mérito que su cercanía al entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes, el indigno Juan Molinar Horcasitas, quien ni siquiera se despeinó ante la muerte de 49 niños en la Guardería ABC, a la que graciosamente contrató para cuidar de esos mismos niños. Mony de Swaan tiene la escuela de Molinar Horcasitas y ambos responden con el mismo cinismo ante actos de negligencia, corrupción, conflicto de intereses y tráfico de influencias. Tanto, que hasta el último momento estuvieron presionando al Consejo Rector del Pacto por México para colocar a De Swaan en el Ifetel, en un intento desesperado por cubrirse las espaldas ante el cúmulo de evidencia de sus corruptelas y tráfico de influencias.
En este mismo espacio, hace casi un año, le dimos a conocer el más grande tráfico de información personal, reservada y confidencial de la historia moderna de México, el caso Procobhi, al que hace algunos días alguien se refirió como el Watergate de Mony de Swaan. De las múltiples mañas que conozco de Mony de Swaan, no deja de sorprenderme su cara dura para hacer pasar por un ingenuo acuerdo de colaboración con una prestigiada universidad extranjera lo que simple y llanamente constituye un delito.
En diversas réplicas a éste y otros periódicos, De Swaan repite hasta el hartazgo que toda la información de los concesionarios de radio y televisión que se extrajo durante meses de los archivos de la Cofetel (que, por cierto, no está abierta para consulta pública) forma parte de un proyecto académico con la Universidad de Berkeley para fortalecer el proceso de desarrollo democrático de México. Lo que nunca ha dicho es qué recibió la Cofetel a cambio de toda esa información extraída ilícitamente, ni en qué consistió el supuesto proyecto académico, ni quiénes son las personas extranjeras que el día de hoy tienen la información ni qué piensan hacer con ella. Si en verdad se trata de un proyecto académico, ¿por qué no se acudió a la UNAM o al Politécnico y sí a una universidad extranjera?
Las casualidades no existen. Quizá el señor De Swaan no sepa que simular actos jurídicos en beneficio propio o de terceros es un delito en nuestro país. Quizá tampoco sepa que traficar con información personal, reservada y confidencial, también lo es. Quizá entregar a otro país todos los secretos industriales y comerciales de los concesionarios de radio y televisión de México, así como la información de seguridad nacional consistente en los puntos neurálgicos de todas las redes de radiodifusión, no haga ruborizar su patriotismo. Lo único cierto es que nadie entrega tan valiosa y sensible información de gratis.
¿A cambio de qué, señor De Swaan, entregó a extranjeros información que puede muy bien ser utilizada en la próxima licitación de dos cadenas nacionales de televisión? La época de Mony de Swaan en perjuicio del país ha concluido; no así su responsabilidad por el tráfico de información y triangulación de recursos que en este espacio hemos documentado. La Auditoría Superior de la Federación y la Procuraduría General de la República ya investigan. Los concesionarios de radio y televisión analizan las acciones legales procedentes tanto en México como en California. De Swaan es historia, pero seguirá siendo noticia, y en este espacio le mantendremos informado.
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