Gerardo Soria/ El Economista
Algunos dirán que exagero; que es natural que el Senado haya pospuesto la ratificación de los candidatos propuestos por el presidente Peña Nieto para encabezar al nuevo Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel); que, dada la toma del Senado de la República por los vándalos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), no había condiciones. Que la política es cuestión de diálogo y consensos… No estoy de acuerdo.
La reforma en materia de telecomunicaciones no puede retrasarse por los actos de una ridícula minoría, como no puede cerrarse el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, como no puede dejar de aprobarse la ley que obligará a los vividores de la ignorancia a demostrar que no lo son tanto, como no puede dejarse al Ifetel en manos de los partidos políticos y de las minorías que sus cúpulas representan.
Todo esto me parece una gran pantomima hábilmente utilizada por algunos grupos del PAN y del PRD para tratar de imponer a sus alfiles (y una que otra reina) en el poderosísimo regulador de las telecomunicaciones y la radiodifusión. Lo que el pueblo no les dio lo quieren obtener por el chantaje disfrazado de consenso. Los grupúsculos representados por las cúpulas de los partidos perdedores no pueden doblegar la voluntad de cambio de las mayorías ganadoras. Carecen de toda legitimación. El Presidente de la República y los diputados y senadores del Congreso de la Unión representan la voluntad popular expresada de manera contundente en las elecciones federales del 2012. Las dirigencias actuales del PAN y del PRD no fueron elegidas más que por ellos mismos. Si revisamos la prensa de las últimas semanas, los actuales candidatos al Ifetel han sufrido la misma suerte que otros participantes en el proceso de selección y siempre con los mismos argumentos. Antes, personas capaces e intachables, como Carlos Casasús, Gonzalo Martínez Pous, Héctor Olavarría, Gerardo Sánchez Henkel y Mónica Aspe, fueron objeto de los mismos ataques que hoy sufren Fernando Borjón, Ernesto Estrada, Adriana Labardini, María Estavillo, Gabriel Contreras, Mario Fromow y Adolfo Cuevas.
A estas alturas, es indudable que las descalificaciones a los comisionados propuestos no cesarán hasta que estas minorías consigan insertar a los suyos. Espero que la voz de la mayoría se imponga y dejemos a un lado el mito de que la democracia es sinónimo de consenso. No lo es. En cualquier democracia la voluntad de la mayoría está por encima de los caprichos de las minorías.
Estás minorías que quieren desmembrar al Estado pronto se quitarán la careta y me temo que para mal. En su afán por mantener privilegios, empezarán a aliarse y a revolver la reforma educativa con la energética y con la designación de comisionados del Ifetel. No nos extrañe que la CNTE empiece a tomar medios de comunicación -como lleva décadas haciéndolo en Oaxaca- ni que las huestes de López Obrador y del Sindicato Mexicano de Electricistas se unan al casi extinto movimiento Yo soy 132 para venir a salvarnos de nosotros mismos.
Los poderes de la Unión no deben claudicar al ejercicio del poder. De hacerlo, otros tomarán su lugar.
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