Gerardo Soria/ El Economista.
Hace unas semanas, comenté en este espacio que la adopción del estándar asiático para la banda de 700 MHz (698- 806 MHz) podría traer problemas de interferencia y coordinación en nuestra frontera norte, toda vez que tanto Estados Unidos como Canadá (nuestros principales socios económicos y geopolíticos) utilizan una tecnología y una fragmentación del espectro distinta a la adoptada por México.
Permítame recordar las diferencias entre el estándar estadounidense y el asiático: el estándar USA 700 destina 74 MHz para uso comercial (banda ancha) y 34 MHz para seguridad (ejército, marina, guardia costera, policías, etcétera), mientras que el estándar APT 700 permite el uso comercial de dos bloques de 45 MHz, sin reservar segmento alguno para seguridad. Cabe mencionar que Estados Unidos y México han firmado un memorándum de entendimiento para coordinar Lis políticas en telecomunicaciones y seguridad transfronteriza.
Pero el sigilo de Mony de Swaan en sus negociaciones con los chinos y la adopción sin discusión alguna del estándar asiático por la Cofetel no sólo nos confronta con Estados Unidos; también lo hace con nuestros vecinos del sur. A raíz de mi artículo, me llegó un correo electrónico de un empresario de telecomunicaciones en Guatemala, que dice lo siguiente:
Para nuestra región centroamericana la corriente asiática no tiene sentido alguno. (…) En primer lugar, el ecosistema de 700 MHz bajo el plan (…) asiático es inexistente a la fecha; es decir, estamos condenando a nuestros países a esperar, con total incertidumbre, el desarrollo de banda ancha por muchos años más. Los supuestos beneficios que indicó la Cofetel en su momento, como la aseveración que el plan asiático es por lo menos cuatro veces más barato, son elucubraciones que los estadounidenses definen como Junny math, es decir, no tienen sustento real, y si a eso adherimos la idea del operador mayorista estatal, estamos frente a la receta para el total fracaso. En segundo lugar, el plan de banda asiático […] presenta graves interferencias para la banda ancha, lo cual ha sido evidenciado por los mismos japoneses […]. Finalmente, en el caso de nuestro países, la necesidad de comunicaciones de seguridad pública y emergencias son vitales, y el problema que tenemos es que dichas instituciones (desde policía y ejército hasta bomberos e instituciones de desastres naturales) no tienen asignado espectro, en la cantidad y ubicación (bandas bajas) necesarias, por lo que los 34 MHz que el plan FCC estima para seguridad son posiblemente la última oportunidad real que se tendrá para dotar a dichas instituciones de los sistemas de comunicación adecuados para que puedan cumplir sus propósitos, y de igual manera que la parte comercial, el ecosistema está listo para su implementación. (…) Creemos existe un sentimiento general en la región al respecto”.
Tristemente, ahora que el estándar asiático está plasmado en la Constitución, empieza el verdadero debate.
Twitter: @gsoriag
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