Está en la naturaleza de los monopolios realizar prácticas monopólicas, ya sea absolutas o relativas. Resulta ingenuo pensar que un monopolio se comportará en el mercado como un simple competidor más; va en contra de cualquier lógica económica. Por ello es que en mercados altamente concentrados se requiere de reguladores fuertes, capaces de poner límites al comportamiento natural de los monopolios. Disculpe usted la metáfora, pero un perro grande y bravo requiere un bozal para no matar a los perros pequeños.
En materia de redes de telecomunicaciones interconectadas, donde las más pequeñas siempre necesitan servicios de la mayor para que sus usuarios puedan comunicarse con los usuarios de todas las demás, la situación es aún más grave, ya que los monopolios siempre tenderán a vender servicios a sus competidores por encima del precio al que los venden a sus propios usuarios. De esta manera, ganan por partida doble, desangran a la competencia y atraen más clientes.
En México, hay infinidad de ejemplos de que éste ha sido el comportamiento de Telmex y Telcel por muchos años. Aunque está expresamente prohibido, cualquier usuario de Telcel sabe que le cuesta más barato llamar a otro usuario de Telcel que a alguien de otra compañía. Inclusive hay llamadas a otros números de Telcel elegidos por el usuario cuyo precio es cero. ¿Qué compañía elegiría usted si siete de cada 10 contactos tienen Telcel? Son estas prácticas y esta asimetría las que están matando a la competencia en México.
He dicho que es natural que un monopolio se comporte como tal y que para limitarlo exista la regulación. Lo que ya no es natural es que el monopolio, al empezar a resentir los efectos de la regulación, realice todo tipo de triquiñuelas para evadirla. En los últimos meses, nos hemos enterado de dos graves simulaciones por parte de Telmex que demuestran la urgente necesidad de la ley reglamentaria de la reforma en telecomunicaciones:
(i) Ante la inminente desagregación de su red, Telmex pretendió deshacerse de ella para que no estuviera dentro del ámbito de competencia del Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), aunque tuviera que violar su título de concesión y la Ley de Vías Generales de Comunicación; y
(ii) Ante la prohibición expresa en su título de concesión, que le impide prestar de manera directa o indirecta servicios de televisión, Telmex celebró con Dish una serie de contratos que, sin reconocerlo como accionista, le dan todos los derechos de un accionista mayoritario. ¿Cómo le llamaría usted a alguien que tiene el derecho de vender una empresa y cobrar el precio de esa venta? Yo le llamaría dueño, aunque formalmente no tenga acciones. Ahí está la simulación.
Independientemente de las sanciones que corresponderá al Ifetel imponer tanto a Telmex como a Dish, y que pueden llegar hasta la revocación de sus respectivos títulos de concesión, lo que ya no puede esperar más es la iniciativa de nueva ley federal de telecomunicaciones y radiodifusión, que deberá dotar al Ifetel de todas las atribuciones necesarias para crear un marco de competencia efectiva y sentar las bases para una firme regulación asimétrica que permita corregir las graves distorsiones de mercado causadas por la altísima concentración de Telmex (80%) y Telcel (70 por ciento).
Hemos visto ya ejemplos de cómo se comporta América Móvil ante cualquier regulación que le estorbe. México no puede darse el lujo de que continúen con su estrategia de evadir la regulación, actual o futura. De no tomarse medidas firmes ahora, mañana podrá ser ya demasiado tarde.