Javier Orozco/ Milenio
Por una cuestión de tiempos establecidos en Ia Constitución, cuando un presidente envía su primer informe de gobierno al congreso, apenas han transcurrido nueve meses de administración pública y tres de haber presentado el Plan Nacional de Desarrollo; por lo tanto, es demasiado temprano para hacer una evaluación rígida.
En materia de telecomunicaciones y radiodifusión, el gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto emprendió por medio del Pacto por México una reforma constitucional que dará un giro de 360 grados al sector, pero es cuestión de etapas a corto, mediano y largo plazo para ver su eficacia.
Al día de hoy, falta la elección de comisionados del Instituto Federal de Telecomunicaciones y, por ende, la constitución del organismo, a partir de la cual vendrán las acciones dentro de los seis meses siguientes que lleven a la licitación de dos nuevas cadenas nacionales de tv; la declaración del dominante, la revisión de los títulos de concesión y la creación de un Registro Público de Concesiones.
No obstante, la expectativa y resonancia con la que se dio, la reforma en cuestión enfrenta en estos momentos un entorno económico, político y social que siembra incertidumbre entre los operadores y en los potenciales inversionistas extranjeros que quieran invertir en el país y en este sector.
Pareciera que son factores externos o alejados al sector telecomunicaciones y radiodifusión, pero lo sucedido con las protestas de la CNTE -por ejemplo- va contra la política de un gobierno que busca la transformación, más allá de la percepción y del costo político que le implique.
Ésta es primera llamada, vendrán meses intensos en el ámbito legislativo y decisivos en el posicionamiento del gobierno federal, no hay un después, la hora de cambiar la inercia de doce años perdidos.
INTERFERENCIAS
A diferencia del autismo de los gobiernos panistas, en esta ocasión, la secretaría de Gobernación respondió y dio el respaldo respectivo a las estaciones de radiodifusión afectadas por los manifestantes de la CNTE.
Pero por más apertura y tolerancia que puedan tener los medios, no son ventanilla de quejas, porque corren el riesgo de convertirse en rehenes.
-0-