Javier Orozco/ Milenio
No hay plazo que no se cumpla y tendrá que iniciar el análisis y construcción de la ley convergente, en virtud de que los 180 días naturales vencen en diciembre.
Hasta el momento sólo el subsecretario de Comunicaciones, José Ignacio Peralta, ha declarado, con cautela, que van avanzados sus trabajos, sin hacer alusión a algún tema. Mientras tanto, en el Congreso se alistan los foros, y agrupaciones como la Amedi y la Canieti han hecho llegar a la Cámara de Diputados formalmente sus proyectos.
Es legítimo proponer y tener una posición sobre los diversos tópicos, lo que no resulta válido es querer copiar modelos extranjeros que son ejemplo de autoritarismo; peor aún, ser omiso o ir contra hipótesis normativas que la propia reforma constitucional marca.
Simplemente, en ambos proyectos hay similitudes con la ley argentina de Servicios de Comunicación Audiovisual, impulsada por la corriente oficialista de la presidenta Cristina Fernández; ley que aún se encuentra en litigio por sus polémicas medidas.
Situaciones semejantes al caso argentino encontramos en la propuesta de la Amedi, que plantea que se deberán transmitir al menos 50 por ciento de contenidos nacionales del tiempo total de programación diaria, salvo emisoras musicales, las que deberán incorporar 20 por ciento de música nacional. Obliga a contratar producción independiente nacional, local o regional al menos en 30 por ciento de la programación semanal.
La Canieti establece una figura similar a la de fútbol para todos en Argentina, al señalar que los derechos de transmisión de los partidos de fútbol de primera división deberán ser ofrecidos a todos los concesionarios con base en tarifas medidas por usuarios y/o audiencia, sin que operen descuentos por volumen.
No estoy contra los contenidos nacionales ni que todos los mexicanos vean el deporte más popular, lo que es un extremo es la imposición y no dejar en libertad a la audiencia de elegir qué quiere ver.
Los derechos de la audiencia están basados -precisamente- en la libertad de elegir. No estamos en el viejo Estado soviético o en una situación de revancha como en Argentina, la ley convergente no puede ser una mezcla de chimichurri con mole poblano.
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