Juan María Naveja | El Economista | 9 Diciembre 2015
Es penoso escuchar las explicaciones ignorantes de algunos legisladores tratando de justificar la enmienda a una de las reformas estructurales más importantes.
El aplazamiento del apagón analógico para las emisoras permisionadas y de servicio comunitario revela el fracaso de los gobiernos estatales en el manejo de la radiodifusión pública y la complacencia de los legisladores con o sin la intervención del duopolio televisivo.
La mayoría de los estados del país cuentan con sistemas de radio y televisión. En la mayoría de los casos es para la difusión de la educación y la cultura, propósitos que frecuentemente se violentan por gobiernos que usan los espacios para fines particulares y ajenos a la esencia de los medios públicos.
El fin de la comunicación analógica se conoce desde hace más de 10 años, lo que quiere decir que dos y hasta tres gobiernos sabían que tarde o temprano tendrían que cambiar la tecnología, por lo tanto debieron programar la inversión para el relevo de equipos. Más todavía: los legisladores que autorizan el presupuesto debieron considerar los recursos. No fue así y se fueron por la fácil: modificar la reforma a las telecomunicaciones para prolongar un año más el apagón. Por cierto, que se sepa los presupuestos para el 2016 no contemplan recursos especiales para evitar una nueva prórroga.
No hay duda que en los medios públicos hay de todo, inclusive se podría decir que en equipos Televisión Educativa, los canales 11 y 22 o las televisoras de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad de Guadalajara, desde hace tiempo están al igual o por encima de las privadas. Obviamente también hay estatales y comunitarias que carecen casi de todo y operan con las uñas.
En general los medios públicos han sufrido su sobrevivencia, porque si bien es cierto que son subsidiados, es frecuente que los recursos sean insuficientes. Como son permisionadas sólo pueden recibir donativos o patrocinios, no pueden vender tiempos como las emisoras concesionadas y los particulares han utilizado toda su fuerza para mantenerlas al margen de los presupuestos publicitarios.
Con el apagón se ha producido un manoseo por los intereses de quienes quisieron alargar los tiempos. Afortunadamente el gobierno federal se mantuvo firme en la medida de sus capacidades, ya sabemos que hubo legisladores que se prestaron para abrirle un resquicio a la reforma que seguramente aprovecharán algunos para ampararse y ganar tiempo.
Pero también la actual administración hizo su parte. Desde el 2012 se advirtió que no era recomendable usar los recursos públicos para regalar televisiones, que en otros países se subsidiaron convertidores, tal como lo hizo la pasada administración. Al final ganó el afán electorero, se compraron televisiones chafas que en su totalidad no se entregarán en tiempo y forma.
Es penoso escuchar las explicaciones peregrinas e ignorantes de algunos legisladores tratando de justificar la enmienda a una de las reformas estructurales más importantes. Como no la entienden, seguiremos esperando que se den los pasos suficientes para que el país alcance los beneficios que se originan de un sector tan robusto como el de las telecomunicaciones.