2019-03-21
La digitalización de todos los sectores productivos de la economía continúa siendo el objetivo primordial de la mayoría de los países de América Latina. Para alcanzar este logro es preciso que se implementen modificaciones al marco regulatorio que permitan la implementación de una estrategia gubernamental enfocada en la digitalización de todas las agencias públicas de forma en que todas puedan comunicarse entre sí, evitando la creación de islas de conectividad.
Es precisamente este diálogo digital el que permitiría identificar eficiencias, anular duplicidades y reducir los tiempos de transacciones oficiales. Una de las consecuencias inmediatas de este acercamiento sería reducir los costos transaccionales existentes para procesos básicos que rutinariamente tiene que cumplir la población general al solicitar documentos básicos como certificados de nacimiento o el historial de salud.
Un elemento básico para que esta deseada transformación digital se haga realidad es la disponibilidad de servicio, que toda la población pueda a acceder a conexiones de alta velocidad a Internet a un precio asequible. De esta forma, todos los habitantes tendrían la oportunidad de beneficiarse de los servicios que se han puesto a su disposición. No contar con al menos una plataforma de conexión implica exacerbar la brecha digital, el peligro ya no es simplemente poder o no poder acceder a Internet sino tener la capacidad de acceder a servicios públicos que hayan sido digitalizados.
Obviamente esta migración hacia la disponibilidad digital de un número cada vez mayor de servicios históricamente provisto de forma presencial sirve para redefinir el rol que debe cumplir la cobertura de las redes de telecomunicaciones. Una cobertura que tiene que ir acompañada con la disponibilidad de equipos que permitan a las personas conectarse a estas redes y tener la capacidad de completar transacciones de gobierno a través de Internet.
Sin embargo, todo lo anterior es sólo parte de un entorno cada vez más complicado para los modelos tradicionales de ofrecer servicios de telecomunicaciones. La proliferación de contenidos por parte de terceros tiene como consecuencia un menor consumo por parte de los usuarios de aquellos contenidos propios que han sido creados por el operador en su deseo de continuar manteniendo dentro de su propia red la mayor cantidad de tráfico posible. Es este mismo deseo el que ha llevado a más de un operador a negociar con Netflix el hospedaje local de sus contenidos de mayor demanda. Queda claro que es una batalla perdida por los operadores, derrota que tendrá como consecuencia la continuación de ese proceso de consolidación del sector en la que el pez grande devora los chicos con la esperanza de mejorar su posicionamiento estratégico. Cuando estos procesos de consolidación se dan en un entorno regional que permite al comprador entrar en mercados en los que no estaba presente, el impacto positivo de la transacción parece evidente.
Sin embargo, cuando la transacción lo que hace es aglutinar un mayor número de líneas bajo el manto de una sola empresa el impacto ya no es tan directo como se puede llegar a pensar. Todo dependerá del perfil de cliente adquirido y sus hábitos de consumo. Los días donde un mayor número de líneas era el principal indicador de éxito han quedado atrás, lo importante es el margen de ganancia que contribuye cada nuevo cliente.
Mejorar el margen de ganancia de cada cliente es una estrategia titánica para los operadores de telecomunicaciones si se tiene en cuenta que uno de sus grandes generadores de ingresos, la telefonía, cada vez representa un porcentaje menor de los balances financieros y las aplicaciones desarrolladas por terceros cada vez acaparan más tráfico de los clientes. Ergo, las ganancias obtenidas por mantener el tráfico dentro de la misma red también están convirtiéndose en un elemento de un pasado que seguramente será idealizado en un futuro cercano.
El desafío de los operadores de telecomunicaciones es como evitar ser relegados a ser simples tuberías.