Tras meses de auge, crecimiento imparable y expansión por casi todas las naciones del planeta, Netflix, la plataforma de distribución de contenido audiovisual, parece haber entrado en una etapa de desaceleración. Lo atestigua el número de suscriptores del último trimestre, 1,68 millones de nuevos clientes, peccata minuta para quien esperaba añadir 2,5 millones de usuarios a su basta red de seguidores, 83 millones en total.
La onda expansiva del dato se hizo sentir con fuerza sobre el precio de sus acciones en la bolsa de Nueva York, con un descenso del 15% y la sensación de estar pasando por otro momento de fuertes turbulencias, justo cuando acaban de anunciar un incremento en los precios del servicio.
La última vez que se tomó una decisión similar, en septiembre de 2011, el golpe fue monumental. Reed Hastings, el cofundador y presidente de la compañía con sede en Los Gatos, California, pensó que el precio de 10 dólares al mes por el envío de DVD a domicilio más el streaming era un chollo, y lo incrementó en un 60%.
El resultado fue la pérdida de 800.000 suscriptores y un desplome de sus acciones del 77% en tan solo cuatro meses. Ahora, el aumento de tarifa ha sido moderado -es de suponer que ya con la lección aprendida-, aunque igual se han producido cancelaciones inevitables de clientes que no han encajado bien el incremento.
De acuerdo al comunicado emitido por la compañía, las incorporaciones de nuevos clientes estuvieron en línea con lo esperado, pero el número de bajas arruinó la meta prevista.
Aún así, en Estados Unidos se apuntaron 160.000 clientes nuevos frente a los 1,5 millones del resto de mercados internacionales en los que tiene presencia la plataforma. Esos mercados foráneos parecen ser la clave para que Netflix mantenga el crecimiento de los últimos años, tras haber entrado en 130 países en 2016 -España se estrenó en octubre de 2015.
Después está la competencia como Hulu, Amazon o YouTube Red, con una oferta más variada de contenido propio para hacerle daño el gigante de Sillicon Valley. En eso también Netflix sigue siendo el rey, con una inversión que el año pasado superó los 400 millones de dólares.
Hastings asegura que el incremento de precio se ha hecho pensando en eso, en reducir el impacto de lo invertido en sus series y películas sobre la cuenta de resultados, que por el momento está más que saneada. Su empresa presentó unos ingresos brutos de 1.960 millones de dólares, con unos beneficios de 41 millones en el último trimestre, ligeramente por encima del consenso del mercado.
La liquidez no parece ser el problema para una compañía con una capitalización bursátil de 36.900 millones de dólares, aunque sí preocupa la captación de nuevos clientes en un mercado que ya está dando señales de cierta saturación. Los próximos años prometen ser apasionantes en el ámbito de la televisión.