vía El País.
Coyoacán lidera los esfuerzos para retirar líneas inservibles. Ya ha quitado unas cinco toneladas.
La calle Francisco Sosa, en Coyoacán, necesita una poda, pero no precisamente de sus frondosos árboles. “¡Este está muerto!”, grita Ignacio Guillén, subido a una escalera de ocho metros. Unos instantes después, lo que cae sobre la banqueta no es una rama, sino un fino cable negro de fibra óptica. El electricista, vestido con un overol azul de Telmex, está limpiando de cables inútiles la colonia, una tarea pendiente desde hace años. En mes y medio de trabajos, Coyoacán ha quitado más de cinco toneladas.
El caos urbano en las calles de Ciudad de México tiene su espejo en las alturas. Toneladas de cable de cobre y de fibra óptica cuelgan sobre la cabeza de los viandantes y forman una jungla aérea. Los camiones de basura se los llevan por delante y quedan colgando. Algunos caen tan bajo que tocan el hombro del que camina. Pese a que muchos de estos cables tienen décadas y ya no se usan, las empresas telefónicas no los retiran y se siguen amontonando en los postes. La acumulación de cableado afea las calles y puede provocar accidentes, pero las autoridades no han atendido el problema.
En la capital, existen varias iniciativas legislativas para la retirada. Una de ellas, presentada por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propone dar a las empresas de telecomunicaciones un año para retirar los cables e infraestructura “en desuso”. “Generan un impacto visual negativo y que afectan al medio ambiente y la seguridad de la ciudadanía en la vía pública”, reza el texto. Presentada en 2020, la iniciativa lleva más de año y medio sin avanzar en el Congreso local.
Frente a la inacción legislativa, Coyoacán ha decidido sacar las pinzas y poner orden. Hay un plan en marcha para retirar poco a poco el cable inservible, primero en el centro histórico y luego en el resto de la Alcaldía. Desde hace mes y medio, brigadas de las empresas de telecomunicaciones, coordinadas por el municipio, han empezado a revisar los postes cuadra a cuadra. La iniciativa ha causado curiosidad y los funcionarios han recibido llamadas de 30 municipios que buscan replicar la experiencia.
La Alcaldía estima que se pueden llegar a retirar 15 toneladas. “Fíjate cuántos hay”, dice Toshimi Hira, director general de Ordenamiento Territorial, señalando un poste de concreto con más de 40 cables de distinto grosor. “Cada vez que un usuario se cambia de compañía, le cortan el servicio, pero no quitan el cable. La próxima compañía llega y tiende un nuevo cable y así se van incrementando hasta que tienes 80 cables. Debería de haber 14, una por empresa”, explica. Además de apuntar a la pereza de las empresas, Hira culpa a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la paraestatal que posee los postes y renta su uso. “La CFE no tiene una normativa y si existe no la supervisa. Se los renta y ‘hagan lo que quieran”.
En Francisco Sosa, una calle de casas coloniales y piso empedrado, Ignacio Guillén comprueba uno por uno los cables de cobre con un aparato rojo que parece un teléfono y lleva colgado de la cintura. “Hay bastante limpieza que hacer, mucha basura”, explica Guillén, que lleva 20 años en este trabajo. Aun así, necesita unas tres horas por poste porque hay mucho cable cruzado. En tres días ha retirado un centenar, dos o tres en cada punto.
Muchas de las casas en esta colonia acomodada ya tienen fibra óptica, pero los cables de cobre, algunos con una antigüedad de 40 años, no han sido retirados. “A lo mejor olvidan quitarlo”, dice él, aunque reconoce que la retirada de cables inservibles no forma parte de la rutina de los equipos. “Solo los quitamos cuando está muy feo o hay un programa de las Alcaldías”, dice.
Norma Monreal, vecina de Coyoacán de 65 años, pasa al lado del poste. Camina despacio para no tropezarse con los adoquines y los cables “muertos” que Guillén ha cortado. A Monreal le parece bien que se quiten. “Están colgando. Pasa uno y no sabe si hay electricidad. Da miedo”, señala. Cuando se anuncia un temblor, los vecinos tienen que ponderar dónde colocarse: ¿qué tiene más peligro el muro o el cable? “Yo no salgo de mi casa, no me vaya a caer uno”, dice Monreal.
La costosa alternativa subterránea
La retirada de cable aéreo inservible es un primer paso. Lo ideal, coinciden autoridades y expertos, es soterrar las líneas. Ya se ha hecho en algunos pueblos mágicos y en zonas acomodadas de la capital, como la lujosa Avenida Masaryk. Sin embargo, los esfuerzos por ampliar el soterramiento se enfrentan a un problema de dinero y de falta de regulación. En la capital, por ejemplo, no hay una estrategia para aprovechar el subsuelo y no se obliga a las empresas a hacer el despliegue de sus líneas vía subterránea.
Gabriel Székely, director de la Asociación Nacional de Telecomunicaciones, afirma que el soterramiento requiere un plan a largo plazo. “Es una suma de inversión muy grande”, señala. “Ahora no hay un orden en el subsuelo. No tenemos un catastro de qué cables son de quién. No puedes llegar como empresa de telecomunicaciones y abrir una zanja para encontrarte que hay un ducto de Pemex”. Por otro lado, Székely opina que hay problemas más acuciantes en el sector de las telecomunicaciones. “Con 28 millones de personas desconectadas de internet no puedes tener como prioridad enterrar cables. La prioridad debe ser llevar conectividad a la gente”.
En Coyoacán, la Alcaldía ha conseguido que la CFE se abra a soterrar las líneas en los jardines del centro y en las principales calles. El costo se eleva a 65 millones de pesos, una suma que está fuera del alcance del municipio. “No tenemos presupuesto para hacerlo”, señala Toshimi Hira. La solución, según él, es que una ley local o federal otorgue suficiente presupuesto a los Gobiernos para hacer su propia red subterránea de cableado o que se proporcione a la CFE el presupuesto para hacerlo. “El Gobierno federal no se ha enfocado en este tipo de necesidad”, afirma.
Todavía subido a la escalera, Ignacio Guillén ha cortado un cable de fibra óptica inservible, pero este sigue colgado del siguiente poste. Tendrán que seguir la línea hasta encontrar el final del cable. Calculan que terminarán la calle el próximo lunes y luego pasarán a la siguiente. A Guillén le gustaría que se hiciera algo parecido en su colonia, en la Alcaldía de Iztapalapa. “Está peor que aquí”, dice. “Allí sí me dan ansias de subirme al poste”.