José F. Otero
Vivimos en un mundo donde cada vez hay más formas de acceder a contenidos. Esto no implica necesariamente que los contenidos visitados, ya sean audiovisuales o escritos, sean disímiles entre sí. Podemos encontrar que el mismo mensaje se puede leer de numerosas formas distintas. No importa si lo que nos genera es antipatía, aburrimiento o diversión; se puede consumir lo mismo simplemente variando su presentación.
Claro que esto es sólo parte de la historia. Gracias al Internet, podemos navegar libremente en la red para acceder a contenidos alojados en distintas partes del mundo. Mientras el mundo de la diversión va paulatinamente homogeneizando los gustos con producciones enfocadas en un público global, las principales plataformas de servicios que corren sobre el Internet (conocidas como OTT, por su sigla en inglés) cada vez se ven más presionadas a desarrollar contenidos que parezcan dar un poco de “ambiente local” a una muestra global.
Quizás el mejor ejemplo es la transformación que los OTT de video están teniendo en la producción de contenidos audiovisuales que en ocasiones son liberados en múltiples países e idiomas simultáneamente. Aquí el mayor desafío es poder desarrollar campañas de lealtad con los consumidores de series y películas en los distintos mercados evitando las controversias. Por ejemplo, en el pasado reciente se han visto ejemplos como el de una exitosa plataforma de videos promocionando en forma de chiste —así se ha visto en mercados no hispanoparlantes— un servicio para aprender español según el acento y frases del protagonista de una de sus más exitosas series: un narcotraficante colombiano.
¿Qué implica esta herramienta? Por un lado es simplificar y trivializar uno de los periodos más dolorosos de la historia reciente de Colombia. Enseñar por medio de una aplicación frases como “¿Plata o plomo?” es una falta de respeto para los cientos de personas que han sido o continúan siendo víctimas del narcotráfico. ¿Se imaginan una aplicación similar para aprender español hablando como Speedy Gonzalez, escuchando el “Ándale, ándale, arriba, arriba”?
Claro que hay quienes minimizan el impacto de este tipo de aplicaciones, ya que lo ven como algo jocoso que divierte a muchos fanáticos de las series de narcotráfico y con el argumento de que se debe tomar la vida con más humor y menos seriedad. Cuando escucho eso pienso en una realidad hipotética en donde el próximo gran lanzamiento de un proveedor de video global se llame Grand Wizard (Gran Mago) y su trama se enfoque en la vida de uno de los líderes del Ku Klux Klan. ¿Se imaginan a personas de todo el mundo aprendiendo inglés con una aplicación que destacara frases del programa que incluyese apelativos como nigger, wetback o towel head?
Obviamente, la producción de un programa con este perfil en el mercado estadounidense impulsaría numerosas protestas. La creación de una aplicación celebrando frases racistas justificadamente causaría la indignación de millones de personas. Lo triste es que cuando se celebra la vida de un asesino, en la reacción no haya más indignación hacia fomentar la creencia de que quienes tengan al hablar el acento de una región específica de Colombia hablan como narcotraficantes.
Sin embargo, no todo es negativo al pensar en la facilidad de acceder a contenidos. En el caso de Colombia, dan la oportunidad a todos los interesados a acceder al acuerdo de paz del gobierno de ese país con las FARC. La primera vez que en América Latina un acuerdo de este tipo está tan accesible para todos los colombianos y otros interesados.
La facilidad de acceder a contenidos nos puede llevar a contemplar producciones nacidas de la necedad. También es cierto que nos pueden llevar a educarnos sobre cómo alcanzar la paz e impulsar el desarrollo. Cada cual que elija lo que prefiere ver.