2020.10.15
Vía El Economista
Si usted es de los entusiastas que hasta prefiere endeudarse con tal de tener en la mano el último grito de la tecnología en teléfonos celulares, ni se emocione con la reciente presentación de los nuevos equipos de Apple, porque simplemente México no tiene la infraestructura para que funcionen sus nuevas capacidades.
La red 5G es un parteaguas en las comunicaciones móviles, su potencial de aplicaciones por su velocidad hará que el mundo vea las redes anteriores como la era del carbón.
Pero en México, el desarrollo de esta red de última generación tiene un retraso que es un reflejo de cómo en este país se ha perdido la prisa por el desarrollo.
Claro que la pandemia tiene que ver, tanto en aspectos de movilidad para la construcción de infraestructura de telecomunicaciones, como en lo que tiene que ver una crisis económica que limita los recursos de la sociedad para consumir productos con tecnología de punta, como la red 5G. Las inversiones se ralentizan cuando las expectativas de rentabilidad son más bajas.
Lo más sencillo, y conveniente para la 4T, es que los usuarios le echen toda la culpa del retraso de la 5G en México a los operadores. Y el más visible es Telcel, aunque ahí está AT&T, que tiene la red 5G más grande en el mundo.
Pero, detrás de esos retrasos que sí se pueden increpar, están los retrasos en las licitaciones de las carreteras digitales donde corren esas súper velocidades y si el gobierno de López Obrador quiere cargar de más impuestos a las telecomunicaciones, entre ellas al espectro 5G, es difícil animar a los operadores a invertir miles de millones en un ambiente de incertidumbre.
Pero está claro que la vanguardia tecnológica y el desarrollo de infraestructura no es una preocupación de este gobierno. Aquí, nos peleamos por el penacho de Moctezuma, no por dotar al país de velocidades de transmisión de datos 100 veces superiores a las actuales.
No sólo son las súper vías digitales, hay que ver las carreteras de camiones y coches en qué lamentable estado se encuentran. Tanto las operadas por el gobierno como no pocas concesionadas, que no han recibido mantenimiento en lo que va del sexenio.
Por ejemplo, la Autopista México-Cuernavaca ya tiene estragos en su carpeta asfáltica que implican riesgos a la seguridad de los usuarios que llegan a niveles criminales. Por mencionar una que opera Caminos y Puentes Federales, y no un particular al que le puedan echar la culpa por neoliberal.
Otro retraso tecnológico que también es criminal, pero se nota menos, es el que padece la generación de energía eléctrica cada vez con menos tecnologías limpias y renovables.
En no muchos años, tendremos un aeropuerto al que no querrán volar las líneas aéreas, una refinería que acabará por quebrar a Pemex y un Tren Maya sin pasajeros en la mayor parte de sus tramos.
Hay una renuncia de este gobierno a la creación de infraestructura útil que nos pudiera acercar cada vez más al desarrollo tecnológico de los países avanzados.
Olvídese del iPhone 12 y el retraso de la red 5G, cuando la política gubernamental de la 4T se parece mucho a la que había cuando en México no teníamos acceso a las videocaseteras.