2017-12-20
Los días pasados, la Comisión Federal de Telecomunicaciones de EEUU decidió proponer modificaciones en las reglas de juego de internet, que han estado vigentes prácticamente sin cambios desde hace dos décadas. Se trata de establecer una reclasificación del servicio que prestan actualmente las operadoras de telecomunicaciones o ISP -la conexión a internet por redes fijas y móviles- que pasarán a denominarse “servicios de información”, frente a “servicios de telecomunicaciones”, que es el nombre que hasta ahora tenía asignado.
Esta reclasificación va a permitir a las operadoras discriminar el contenido para que éste tenga o no preferencia en las redes, modificando también el precio que cobran por el acceso a las mismas. Internet se convertirá, de esta forma, en un mundo de dos velocidades. Una rápida, para los que paguen, y otra lenta, para los que no. No me refiero al ancho de banda, que en función de su capacidad permite transmitir a distintas velocidades los contenidos. Esto ya existe. Con la nueva regulación, la empresa que pague a la operadora tendrá preferencia en la transmisión, frente a la que no pague, que estará en la cola esperando.
Esta reclasificación va a traer como consecuencia la ruptura de la denominada “neutralidad de la red”, por la que todos los proveedores han sido tratados de igual forma, sin dar preferencia a ninguno.
El fondo del asunto es que las operadoras llevan muchos años quejándose ante las autoridades regulatorias de que ellos son los que ponen las infraestructuras mientras que otros son los que ganan dinero. Es cierto que hace 20 años Google apenas tenía peso en el tráfico de la red, mientras que Facebook y otros proveedores de contenidos ni existían. Hoy, sin embargo, el panorama ha cambiado sustancialmente. Pensemos que sólo una empresa como Netflix absorbe nada menos que la cuarta parte de todo el tráfico de la red en EEUU durante las horas punta de visionado de películas y series por sus clientes durante la noche.
El cambio permitiría a las operadoras establecer precios por la prestación de servicios de banda ancha ultrarápida a Google, Facebook, Amazon y Netflix, los usuarios más intensos de la red. Estas son las compañías más ricas del mundo y esto se ha utilizado como argumento para reequilibrar la balanza a favor de las operadoras frente a esas empresas. Además, son empresas que crecen a dos dígitos en ingresos y beneficios, frente a crecimientos de un dígito de las operadoras.
Empresas tan ricas y de crecimiento tan rápido podrían fácilmente pagar el acceso rápido a la red. Pero estaría por ver, si la gran capacidad de innovación de esas empresas se frenaría o continuaría al ritmo actual.
En todo caso, además de esa guerra entre grandes compañías, quizás el mayor riesgo para la economía en su conjunto sea la situación en la quedarían muchas pymes y startups. Si el acceso a este tipo de empresas quedara dañado por el coste del acceso, se produciría, por un parte, una pérdida de competitividad para las pequeñas, mientras que, al mismo tiempo, las grandes tecnológicas (Amazon, Google) aumentarían su poder oligopolístico en los mercados. Aunque limitado a EEUU de momento, está por ver las consecuencias que deparará para las economías europeas.