Tras revisar con lupa la denuncia anónima contra Televisa por presuntos actos de corrupción —dirigida a Andrew Weissman de la División de Fraudes del Departamento de Justicia— es incomprensible el revuelo que levanta una acusación sin nombre y firma, pero que con fantasía digna de mejores causas involucra a personajes clave de la firma de Emilio Azcárraga.
Una acusación de ese tipo no es ajena a la rivalidad empresarial: una denuncia que anotan supuestas cantidades millonarias que la televisora recibía “en lo oscurito”, y luego cuenta que lavaba en la taquilla del Estadio Azteca (lo que hubiera significado regalar los boletos de varios años para “cuadrar la lavadora”), o dice que directivos de Televisa con el jefe de Fintech David Martínez querían engullirse ICA de Bernardo Quintana(otro cuento ya desmentido), sólo se entiende como un ardid cuando los resultados de Televisa se fortalecieron con la incursión de Izzi en telecomunicaciones, que elevaron 21 mil millones de pesos el valor de mercado de la compañía el último viernes de abril… mientras su principal rival perdía 86 mil millones en valor bursátil.
Tal es el contexto de una acusación a la que alegremente se sumaron Reforma y Proceso contra Alfonso de Angoitia, Rodrigo Arteaga, Salvi Folch, Alejandro Quintero, Efrén Yaber, María A. Aramburuzavala y Claudio X. González, sus choferes e incluso a Álvarez Hoth (que olvida dirigió Sky). Y ahora que Televisa anuncia que tomará acciones legales por las acusaciones y demandará el derecho de réplica bajo el nuevo marco legal, las voces flamígeras se apagan. Veremos.