Casi siempre que pensamos en redes sociales, banda ancha o contenidos, el cerebro automáticamente parece dirigirnos a todo lo relacionado con entretenimiento. Nos hemos programado para relacionar de forma inmediata ciertos portales con amistades, otros con temas de trabajo y el resto bajo la categoría general de interés personal. Parece que voluntariamente nos hemos programado para no aceptar que la realidad digital es mucho más compleja y que este mundo encierra demasiadas sorpresas.
Uno de los hechos más subversivos que un usuario digital puede cometer es comenzar a investigar cómo es posible tener acceso a tantos contenidos gratuitos. Existe la percepción errónea de que el único pago que hace un usuario para acceder a redes sociales, videos y otras páginas web de interés es el que le hace a su proveedor de servicio de banda ancha.
No obstante, no siempre el pago se efectúa en metálico. Dependiendo de la página con la que se interactúe, el pago puede ser en contenidos (léase: fotos, comentarios, reflexiones, etcétera) libremente entregados a la página de turno a cambio de poder acceder a sus servicios. Otras páginas se centran más en analizar toda la información provista para etiquetar a cada visitante dentro de distintas listas segmentadas en categorías específicas que luego pueden ser vendidas a distintas empresas y de esa forma obtener un ingreso.
La información también puede ser utilizada para generar contenidos que supuestamente pueden ser de interés para el usuario basándose en las páginas que ha visitado, con quién ha interactuado y a qué grupos se ha unido. Por esta razón, muchas veces en su red social favorita le llegan recomendaciones de distintas personas que puede agregar como amigos o titulares de noticias que pueden ser de interés. Y si la red social es para profesionales, recibir múltiples ofertas de empleo no solicitadas es lo más común.
Ahora seamos un poco mal pensados y comencemos a considerar que por medio de estas redes sociales estamos consumiendo noticias -como mínimo el titular de las mismas- que normalmente no estaríamos contemplando. ¿Se imaginan el poder de una empresa que puede dirigir los contenidos que desea a cierto segmento de la población que por sus patrones de navegación, intereses declarados, localidad geográfica y amistades tiene alta probabilidad de favorecer una ideología específica? Simplemente se comienzan a enviar noticias no favorables sobre el accionar de las personas que representan al partido político que en teoría mejor representa esa ideología.
Nos encontramos en una era en la cual estar conectados cada vez es más normal y de forma simultánea, al permitir que distintas plataformas compartan información entre sí. Aun sin estar interactuando directamente con una red social, esto no implica que ésta no esté recibiendo información sobre un usuario. Constantemente se va creando y reformulando la información destinada a sus distintos consumidores.
En un mundo donde cada vez la importancia de los contenidos supera a la de las redes de telecomunicaciones, que como tuberías los transportan, ¿cómo asegurar fidelidad de los consumidores si cada vez encuentran más alternativas? ¿Acaso estamos viviendo los inicios de un mundo donde la relevancia de los contenidos se medirá en su habilidad de ser replicados en redes sociales? ¿Cuál es el futuro de los contenidos alternativos? Siempre pensando que gran parte de los contenidos será creada por los usuarios de la red social.
Si las redes de telecomunicaciones son simples tuberías, es necesario considerar: ¿cuál es la ventaja de escindir distintas unidades de negocio según la manera en que provean servicios de acceso? En otras palabras, si en el pasado era importante separar las redes móviles de las fijas, el cambio de paradigma nos obliga a sentarnos y observar cómo en los próximos años las tuberías se consolidan para intentar mejorar su posicionamiento frente a los productores de contenido. En este nuevo mundo el que no genere contenidos sufrirá bastante.
*/ José F. Otero es Director de 5G Americas para América Latina. Esta columna es a título personal.