El Sol de México | 14 Octubre 2015
El escritor galo, Gilbert Cesbron, al referirse a la televisión en cierta ocasión, expresó lo siguiente: “La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo”, una frase que si bien nos puede hacer reflexionar sobre el tiempo que cada día dedicamos a ver su programación, también ha servido para quienes quieren impulsar el maniqueísmo de que a través de ésta se “manipula” a los pueblos y se les obliga a actuar acorde a lo que por el citado medio se trasmite.
La televisión fue el gran medio de comunicación del siglo XX, siendo en principio grandes muebles con pantallas apenas minúsculas que funcionaban bajo un sistema de bulbos, cuyo calentamiento había que esperar y eso para apenas ver reducidas imágenes en blanco y negro, con frecuente inestabilidad.
Hacia la década de los 60, la televisión tuvo importantes avances tanto para la oportunidad de sus coberturas, como en la calidad y tamaño de su imagen, ya que por una parte comenzó a traernos imágenes en vivo desde remotos confines (al menos así eran vistos entonces), como ocurrió con el Campeonato Mundial de Futbol de la FIFA de 1962, celebrado en Chile, mismo que salió al mundo a través del satélite conocido como “Early Bird” (Pájaro Madrugador).
Pocos años después, el ingeniero mexicano Guillermo González Camarena, impulsado por Emilio Azcárraga Vidaurreta, llevó el color a las pantallas de televisión, algo que también el mundo atestiguó a través de un magno evento, como lo fue la Olimpiada de México en 1968. Para ese tiempo, si bien las televisiones a color aún no llegaban a la mayor parte de los hogares, lo que sí se pudo conseguir para cada vez más familias de ese entonces fue contar con pantallas más grandes que iban de las 14 a las 20 pulgadas.
Ya en los años 70 comenzó a generalizarse en los hogares el uso de televisiones a color, lo que masificó aún más el uso de estos aparatos. Por otra parte, comenzó a usarse un pequeño aparato que impulsó el sedentarismo en torno a las televisiones, el control remoto, el que en un principio permitió encender y apagar, además de cambiar canales, sin pararse del sillón o la cama en la que se estuviera viendo; tiempo después permitió además vincular la TV con decodificadores de cable, videocaseteras y otros aparatos, sin que implicara mayor movilidad de por medio.
Desde el final de los años 70 y hacia el inicio de los 80, empezaron a crecer las opciones para el público televidente, que ya no debía conformarse solo con las señales de televisión abierta, también podía contratar televisión de paga, lo que en un principio implicaba canales principalmente de Estados Unidos con deportes y series y posteriormente con películas que tenían poco tiempo de haber estado en cartelera.
En los años 90, por iniciativa de Emilio Azcárraga Milmo, se impulsaron las investigaciones para la televisión en HD (Alta Definición por sus siglas en inglés).
La evolución en la materia no solo ha continuado, se ha acelerado al punto de vincular la televisión con la tecnología informática, lo que ha llevado a que ésta termine siendo una aplicación (app), a través de la que veamos diferentes opciones de programación tanto en pantallas de 40 o más pulgadas, como en pequeños dispositivos como nuestras computadoras, tabletas electrónicas y teléfonos inteligentes.
Antes se decía que las casas debían tener un espacio ideado para la televisión, hoy parece que somos los seres humanos los que debemos disponer de tal.