Qué curioso es el mexicano complotista promedio quien, ante un caso de ventilación pública de datos confidenciales sobre algún individuo, organización o empresa, enfoca sus baterías sobre su eterno fantasma: “¿Quién fue?”. Eso es lo que le interesa.
Esto es exactamente lo que está ocurriendo con el caso de Televisa y la carta anónima publicada por el diario estadounidense The Wall Street Journal. Todos los comentarios que he escuchado en los pasillos, así como el enfoque de comentaristas y periodistas se concentran en saber “quién fue”. Quién fue el que escribió la carta. Quién fue el que meció la cuna. Quién fue el que quería venganza. Quién fue el que calculó el daño. Quién fue.
Curiosa es la conducta del mexicano complotista promedio. Piensa que en la elaboración aparentemente más sofisticada del argumento sobre el complot que él si vio, triunfa su razón. Este tipo de individuo se comporta con ánimo de desenmascarar al poderoso; bajo la premisa de descifrar un misterio que explica a otro misterio, que explica a otro misterio, y así, hasta el infinito. Y si en medio del desenmascaramiento hay grupos de poder, piensa que triunfó. Se glorifica al quitarnos a los demás el velo.
Pero el caso de la carta sobre Televisa filtrada esta semana, quien realmente puede medir el impacto que tendrá lo que ahí se afirma no es ni Carlos Slim, ni TV Azteca, ni un ex empleado ardido, ni un gobernador dolido. No. Quién realmente tiene el pulso de estas supuestas acusaciones es simple y llanamente el mercado. ¿Y qué ha dicho el mercado? Nada. Aquí no pasa nada.
El comportamiento de la acción de Televisa en los mercados bursátiles no se vio afectado por la publicación de la famosa carta.
El precio de los títulos de esta emisora ha permanecido en un rango entre Dlls. $ 26 y Dlls. $ 29 a lo largo de varias semanas durante este año. De manera que si el “orquestador” de toda esta historia quería dañar a Alfonso de Angoitia, equivocó el tino, porque la acción (lo que realmente le importa a un CFO) ni se movió.
En las salas de juntas de Televisa debe haber discusiones y reflexiones realmente sustanciosas que al directivo de cualquier industria le deben ocupar: la amenaza de otras formas de entretenimiento; los gastos de capital para los siguientes años; el adelgazamiento de la operación gracias a las nuevas tecnologías; los segmentos de mercado que se deben recuperar o conquistar…
No hay duda de que quien escribió los datos en esa carta quiere hacer algún daño. Pero es un pretendido y fútil daño reputacional; un distractor, como lo describió la firma. Incluso lo es en un escenario donde la autoridad estadounidense impusiera alguna multa porque algo le disgusta. No pasará de ahí.