Ana Paula Ordorica | Excélsior | 30 de Octubre 2015.
Los ciudadanos hemos sido sumamente apáticos. No nos ha interesado saber, pedir y buscar una mejor señal y un avance tecnológico que ponga a México a la vanguardia.
El apagón analógico nos pinta a los mexicanos de cuerpo entero. A nuestros gobernantes y a los gobernados.
A los gobernantes porque el apagón se anunció desde el 2 de julio del 2004 por el entonces presidente Vicente Fox y se fijó que el switch se apagaría gradualmente —de ciudad en ciudad—, hasta hacerse en todo el país el 31 de diciembre del 2021.
Si desde entonces estaba programada la fecha, ¿por qué se siguió permitiendo la venta de televisiones analógicas en el país? ¿Por qué no, a partir del 2004, se exigió la venta exclusiva de televisores digitales para que, así, los años de transición sirvieran para que el mercado mismo apoyara la transición?
Sabemos que, originalmente, eran 17 años de transición y que el adelanto del apagón, anunciado con bombo y platillo por el entonces presidente Felipe Calderón, lo redujo en cinco años, fijándolo para el 31 de diciembre del 2015.
Pero aun con la reducción en el periodo para el apagón, no se entiende por qué hasta enero del 2014 se siguieron vendiendo televisores analógicos como si éstos fuesen a seguir funcionando a pesar del apagón fijado.
¿Por qué se tomó la decisión de regalar televisores de señal digital a las familias de menos recursos, en lugar de dejar que el mercado hiciera el trabajo en un país que, francamente, no parece tener dinero suficiente como para estar regalando televisiones?
Regalar televisores le ha significado al gobierno erogar 25 mil millones de pesos, una cifra muy superior a la recibida por la licitación de la tercera cadena de televisión, que funcionará únicamente con señal digital, y que pagó al Estado mil 808 millones de pesos.
Pero esa fue la decisión y, aun cuando el gobierno de Peña Nieto sabía, desde que asumió el poder que el último día de diciembre de este año debía apagarse la señal analógica por norma constitucional, ahora, unos meses antes de la fecha límite, surge el argumento de que aún falta que se repartan y regalen el 37% de los 9.4 millones de televisores con señal digital que el Estado se comprometió a dar.
Apenas se han dado 6 millones de televisores. Y por ello, entre otros temas, se ha argumentado que se debe posponer el apagón analógico. Para no dejar a miles de familias sin señal.
Si el apagón se aplaza seis, nueve, doce o los meses que usted quiera, el resultado será el mismo. Si sabiendo que la fecha era el último día del 2015, y no se hizo el trabajo necesario, una prórroga de los meses que queramos, tampoco va a ser suficiente. Seguramente, unos días antes de la nueva prorroga, nos encontraremos en la misma situación: faltan varios televisores por repartir.
Por eso digo que el tema pinta a la clase política de cuerpo entero. Porque no sabemos cumplir los plazos puestos ni en la Constitución.
El tema muestra a una clase política a la que, además, no se le ocurrió informar mejor a una ciudadanía que funciona, igual que los gobernantes: sólo bajo la presión de que se acerca el plazo final.
¿Por qué no se puso un anuncio a los usuarios de la señal analógica de cuántos días les quedaban antes del apagón? ¿Era mucho pedir que en cada pantalla analógica se mostrara, por ejemplo, un recuento de 30, 20, diez o nueve días, o los que fueran, antes del apagón para que estos usuarios tomaran las medidas necesarias (comprar decodificador, TV nueva o entender que dejarían de recibir la señal) para hacerle frente a este cambio en aras de la mejora de la señal de televisión?
Pero también los ciudadanos hemos sido sumamente apáticos. No nos ha interesado saber, pedir y buscar una mejor señal y un avance tecnológico que ponga a México a la vanguardia.
El balón está hoy en el campo legislativo. Ellos decidirán si se cumple o no el plazo legal, que ya fue modificado una vez, bajo Calderón. Ellos sentarán las bases para saber si México es un país que cumple las leyes y los plazos establecidos. O si, una vez más, demostramos que no sabemos cumplir nuestros compromisos. Ni el gobierno ni los gobernados.
Y luego no entendemos por qué estamos como estamos…