vía El Financiero
El propósito perseguido por Washington es evitar que China siga siendo un competidor fuerte de Estados Unidos por el control del futuro tecnológico.
Mientras Estados Unidos está enfrascado en una guerra tecnológica declarada a China, que empezó durante la presidencia de Trump y que Joe Biden está profundizando con severos riesgos de precipitar y agravar la recesión global, el mundo se aleja cada vez más de soluciones globales a problemas como el calentamiento global que requieren de cooperación internacional.
El propósito perseguido por Washington es evitar que China siga siendo un competidor fuerte de Estados Unidos por el control del futuro tecnológico, uno de cuyos ejes son los semiconductores.
Para tratar de lograrlo, EUA le ha prohibido a las empresas fabricantes que le vendan a China microprocesadores de tecnología avanzada.
De los semiconductores depende el funcionamiento de la mayor parte de los aparatos electrónicos que usamos, desde teléfonos inteligentes hasta aviones o plataformas marinas, y sobre todo, dependen de ellos las ventajas que cada país logre en la carrera espacial y en ingeniería militar.
Actualmente, Estados Unidos tiene el control de todas las fases del desarrollo de los semiconductores más complejos, desde la investigación científica en la frontera del conocimiento; su diseño, que se hace en Silicon Valley de California; la fabricación del prototipo que se hace en Holanda y la producción masiva en Taiwán y Corea del Sur. China tiene la tercera empresa que los fabrica en el mundo, pero a mucho menor escala.
La economía globalizada puso en riesgo el control estadounidense de los semiconductores al instalarse en China empresas estadounidenses de alta tecnología y liberarse de restricciones el comercio de su producción, que el país anfitrión incorporó a sus esfuerzos científicos y tecnológicos con avances que prendieron focos de alerta en Washington.
Hasta 2017, Estados Unidos era el país con mayor número de patentes registradas hasta que ese año lo superó China en ese aspecto y a nivel de empresas, Huawei, insignia de la investigación avanzada con fines de aplicación, superó a sus pares estadounidenses en patentes registradas.
Dos años después, Trump como presidente, prohibió las ventas de chips avanzados a Huawei, el gigante chino de las telecomunicaciones, lo que obligó a la empresa a redefinirse y este mes, Biden emitió nuevas medidas contra la venta de semiconductores y otros productos de alta tecnología estadounidenses a China; la intención es afectar las estructuras militar, de inteligencia y seguridad de ese país, y retrasar su avance hacia el futuro tecnológico.
Desde el punto de vista de la economía global, tal segmentación mercantil de China implica un severo revés a la globalización y la agudización de las pugnas comercial, financiera, monetaria y tecnológica que está dividiendo al mundo en regiones, con intereses opuestos, contrarios, que dificultarán las soluciones a los problemas ambientales y de salud que sólo pueden ser globales.
Los microprocesadores son el foco de atención hoy por hoy; para incentivar a empresas a que regresen a territorio estadounidense a producirlos, Washington anunció el mayor programa de investigación y desarrollo financiado con fondos públicos en la historia del país; el programa se convirtió en ley el 9 de agosto, y contempla estímulos por 52 mil millones de dólares en cinco años.
La intención es recuperar el dominio en la fabricación de chips e integrar la cadena de suministro en norteamérica, región de la que México es parte por el T-Mec. Hace más de 20 años que se desarrolló un “cluster” cibernético en Guadalajara y podría atraer inversiones colaterales de la cadena de actividades que EUA trata de integrar, para lo cual va a necesitar mexicanos con talento en las áreas de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, como pueden ser los egresados de la UNAM y del IPN.