El acelerado avance de las tecnologías y la creación y producción de aparatos electrónicos, desde paneles solares hasta teléfonos inteligentes, han traído incontables beneficios para la humanidad, sin embargo, también representan una verdadera amenaza para el medio ambiente y la salud de millones de personas.
De acuerdo con la investigación “Evolución y usos alternativos de la conectividad como respuesta a la digitalización sostenible”, la necesidad de tener más capacidad de computación y de comunicación, requiere cada vez más energía y recursos, hasta el punto de afectar de forma negativa a los equilibrios climáticos y ambientales del planeta.
“Se estima que en 2030 las redes y las infraestructuras de datos utilizarán un 14 por ciento de toda la energía eléctrica consumida en el mundo, lo que tendrá un gran impacto climático dependiendo de cómo se genere dicha energía”, explica Xavier Vilajosana, líder del proyecto y catedrático e investigador del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
A este panorama se suma el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y, en particular, del aprendizaje automático, una tecnología que necesita de inmensos volúmenes de datos para desarrollarse y funcionar.
Solo el proceso de entrenamiento de algunos modelos de IA puede generar 284 toneladas de dióxido de carbono (principal gas de efecto invernadero), cantidad que emiten cinco coches a lo largo de toda su vida, asegura el experto en la materia.
Gestión equivocada
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2021 se generaron aproximadamente 57.4 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el mundo, lo que significa que cada persona del planeta produjo alrededor de 7.6 kg de desechos tecnológicos.
Dos años después, a pesar de que esta problemática afecta a todos los países, los residuos siguen aumentado y son pocas las acciones por parte de las autoridades para revertir el problema.
“El sistema actual de producción y consumo de estos productos representa una amenaza.
“En todas las fases de la cadena de ese sistema, la extracción de materias primas, la fabricación, el transporte, la venta al por menor, el consumo y la eliminación de los electrónicos, existe una gran cantidad de recursos desperdiciados que tienen un impacto negativo en el planeta y nuestra salud”, alerta la ONU.
En 2018, por ejemplo, el mundo generó más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos; el equivalente a tirar a la basura 125 mil aviones jumbo o 4 mil 500 torres Eiffel y suficientes para cubrir de desperdicios toda la isla de Manhattan.
La organización internacional explica que esto se debe a que “solo una pequeña porción de los restos de computadoras, electrodomésticos, teléfonos y baterías son reciclados correctamente a pesar de que tienen un alto valor económico y el potencial de crear trabajos”.
De no tomar las medidas adecuadas, la cantidad de residuos se duplicará con creces para 2050, llegando a 120 millones de toneladas anuales, estima la ONU.
Tratamiento especial
En el documento “Las consecuencias para el medio ambiente de la basura electrónica” de la ONU, la organización define los desechos electrónicos como cualquier cosa con un enchufe, un cable eléctrico o una batería.
“Desde tostadoras hasta cepillos de dientes, teléfonos inteligentes, heladeras y televisores que han cumplido su ciclo de vida, hasta los componentes dentro de estos productos que tienen una duración más prolongada”.
Explica que este tipo de residuos constituyen una pequeña pero creciente proporción de los 2010 millones de toneladas métricas de desechos sólidos que se generan cada año en todo el mundo.
Sin embargo, a diferencia del vidrio, el papel, la madera y otros materiales, los productos eléctricos y electrónicos usados contienen sustancias peligrosas además de materiales valiosos, por lo que requieren un tratamiento especial.
“Un solo producto puede estar hecho de más de 1000 sustancias diferentes. Y aunque los desechos electrónicos solo representan el 2 por ciento de la basura sólida mundial, también pueden significar hasta el 70 por ciento de los residuos peligrosos que acaban en vertederos.
“Cuando no se almacena en bodegas, cajones o gabinetes, los desechos electrónicos a menudo se incineran, se tiran o terminan siendo destruidos por los más pobres del planeta en detrimento a su salud y el medio ambiente”, explica el documento.
Reciclaje insuficiente
La falta de conciencia sobre cómo reciclar y la preocupación sobre la seguridad de los datos de los consumidores provoca que haya grandes cantidades de residuos sentados en cajones, garajes, dormitorios y oficinas que nadie utiliza.
En la Unión Europea, por ejemplo, líder mundial en reciclaje de desechos electrónicos, se reporta solo el 35 por ciento de ellos como adecuadamente recolectado y reciclado, mientras que, en el resto del planeta, el promedio es de un 20 por ciento.
La ONU también expone que gran parte de estos aparatos terminan enterrados bajo el suelo cuando se desechan a pesar de que no son biodegradables.
“Hay que tener en cuenta que los desechos electrónicos del presente no son solo aquellos que utilizamos actualmente, todavía hay muchos productos del pasado que no han sido procesados.
“Hay millones de tubos de rayos catódicos de televisores y monitores antiguos, cintas VHS y reproductores de DVD que contienen compuestos tóxicos como el plomo, el cadmio y el mercurio que los convierten en peligrosos y problemáticos.
“Hay un rastro de desechos electrónicos generados a partir de tecnología antigua que debe abordarse”, afirma la ONU.
De problema a oportunidad
De acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), actualmente hay 100 veces más oro en una tonelada de teléfonos inteligentes que en una tonelada de mineral de oro.
Esto quiere decir que los depósitos más ricos de la tierra se encuentran en vertederos o en los hogares de las personas.
“Existe un gran valor económico en los residuos electrónicos, en particular de materiales como oro, plata, cobre, platino y paladio, entre otros”.
La ITU también revela que hoy en día los desechos electrónicos están valorados en 62 mil 500 millones de dólares anuales, más que el PIB de algunos países. Es también tres veces el valor de la producción de todas las minas de plata del mundo.
En 2016, se estima que se descartaron 435 mil toneladas de teléfonos inteligentes a pesar de contener miles de millones de dólares de valor en materiales.
“Actualmente las compañías de teléfonos inteligentes están creando mercados para reciclar y darles una segunda vida a sus productos, pero aún existe un margen muy importante para mejorar”, dice la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Respecto a esta situación, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dice que es necesaria un nuevo modelo comercial.
“Si se aplica un enfoque de economía circular, los desechos eléctricos y electrónicos pueden considerarse un recurso que, adecuadamente gestionado, podría promover la obtención de medios de subsistencia, generar empleo, proporcionar acceso a la tecnología, facilitar la modernización tecnológica, propiciar la transferencia de conocimientos y competencias y crear capital para fabricar productos básicos de segunda mano y recuperar materiales”.
Basureros digitales
La toxicidad provocada por los desechos electrónicos afecta a miles de personas, especialmente a los menores de edad, las mujeres y a los más desfavorecidos económicamente, alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su más reciente informe sobre la toxicidad de estos aparatos.
Actualmente la basura de aparatos electrónicos es el desecho doméstico que crece más rápidamente en el planeta.
Datos de la Asociación Mundial de Estadísticas de Residuos Electrónicos (GESP) indican que, en 2019, por ejemplo, se produjeron 53.6 millones de toneladas de esos desperdicios y apenas el 17.4 por ciento se registró como recolectado y reciclado de manera adecuada.
“Si bien se desconoce el destino de los desechos electrónicos restantes, es poco probable que se hayan gestionado y reciclado respetando el medio ambiente”, dice el estudio titulado “Niños y vertederos digitales”.
Tráfico de contaminantes
Aunque los desechos electrónicos generalmente terminan en vertederos, hay cantidades significativas que a menudo se envían ilegalmente a países de ingresos bajos y medianos donde los trabajadores informales, incluidos niños y adolescentes, recogen, desmantelan o utilizan ácido para extraer metales y materiales valiosos de esa basura, acusa la OMS.
Según la organización internacional, aproximadamente 12.9 millones de mujeres trabajan en el sector informal de desechos, exponiendo su salud y la de sus hijos, que pueden nacer dañados por los productos tóxicos.
“El reciclaje de desechos electrónicos afecta particularmente a quienes se encuentran en etapas vitales de desarrollo físico y neurológico, por lo que los niños, los adolescentes y las mujeres embarazadas son los más vulnerables”.
Reconocer el problema
De acuerdo con Marie-Noel Brune Drisse, autora principal de la investigación “Niños y vertederos digitales”, la gestión inadecuada de los desechos electrónicos es un problema creciente que muchos países aún no reconocen como una cuestión de salud.
La experta en la materia advierte que si no se toman medidas ahora, “su impacto será devastador para la salud de los niños y supondrá una pesada carga para el sector sanitario en los próximos años”, especialmente en los países poco desarrollados.