La Semana | 3 de marzo de 2016.
Las empresas de telecomunicaciones (telcos), dueñas de las redes sobre las que funciona internet, están cansadas de la fiesta que Facebook, Google, Netflix y otros negocios digitales de gran impacto realizan a costillas suyas, y han emprendido una cruzada para presionar cambios en las reglas de juego del ecosistema digital mundial.
César Alierta, presidente de Telefónica, una de las ‘telcos’ más poderosas del mundo, habló enérgicamente un par de semanas atrás, durante el Congreso Mundial de Móviles en Barcelona, exigiendo “mismo servicio, mismas reglas, misma protección” para todos los jugadores. Se refería a las ventajas de que gozan las grandes de internet (las redes sociales, los buscadores y los proveedores de contenidos), que están amasando fortunas enormes gracias a que operan sobre la web, aprovechando infraestructuras provistas por los operadores de telecomunicaciones.
El malestar de las ‘telcos’ no es nuevo. Desde hace rato se quejan de las cuantiosas inversiones que deben realizar permanentemente para asegurar la expansión de la conectividad y de la banda ancha en todo el mundo. Están cansadas de la estricta regulación y las cargas tributarias a las que están sometidas en cada país, mientras las grandes empresas tecnológicas de internet utilizan esa banda ancha para llegar a audiencias gigantescas bajo el ambiente de libertad que proporciona la red. Facebook no debe pagar impuestos en cada país por su operación, solo en donde tiene localizados sus gigantescos centros de datos; y el dinero que Google recauda por publicidad no es objeto de tributación local y sus operaciones de negocio solo están regidas por la ley en Estados Unidos. Visto desde este ángulo, parece claro que las empresas de internet hacen una bacanal sobre los hombros de los operadores de redes.
Pero la queja de los operadores podría no tener suficiente solidez. De hecho, al negocio de las ‘telcos’ le ha ido bien en las tres últimas décadas, en concreto desde los años ochenta, cuando por iniciativa de Margaret Thatcher y Ronald Reagan se dio comienzo a la privatización total de las telecomunicaciones en todos los países. No por azar el propietario de una de ellas –el mexicano Carlos Slim– figura entre los hombres más ricos del mundo, y otras grandes compañías de telecomunicaciones gozan de cabal salud, como China Mobile, Vodafone, AT&T y la misma Telefónica de César Alierta, que ha repartido 12.000 millones de euros entre los accionistas y “les hemos dicho que eso será lo mínimo que van a recibir en adelante”, según expresó públicamente en una reunión con directivos, realizada en Madrid en noviembre pasado.
No es que los operadores presten gratis sus servicios de internet. Cada uno de los usuarios de las redes sociales y de las plataformas de chat paga mensualmente una cuota por el acceso, sea a través del contrato triple play que le suministra televisión, teléfono fijo e internet en casa, o bien mediante el plan de datos de los más de 7.000 millones de abonados a la telefonía móvil en el mundo.
Netflix en la mira
Los operadores en Colombia también se pronunciaron. Alberto Solano, presidente de Andesco (el gremio de las empresas de servicios públicos y comunicaciones), en representación de Claro, Telefónica, Une, ETB y otras ‘telcos’ nacionales, pidió “equilibrio competitivo” y se refirió específicamente al caso Netflix, un negocio del género llamado OTT (por sus siglas en inglés) que consiste en ofrecer video por demanda a través de internet.
Los OTT amenazan el negocio de los operadores de televisión por cable tradicionales –precisamente Claro, DirecTV, Telefónica, UNE y ETB– puesto que el público, no solo en Colombia sino en todo el mundo, ha mostrado preferencia por el modelo de servicio tipo Netflix, en donde se paga una cuota mucho más baja y se escoge el contenido que se desea ver a cualquier hora y desde cualquier dispositivo conectado a internet.
Los OTT ya cuentan en Colombia con 800.000 abonados, la mayoría de ellos en Netflix, que crece a una tasa del 128 por ciento anual, en tanto que la curva de crecimiento de abonados a la televisión por cable tradicional se ha estancado. En Estados Unidos, el mercado de televisión por cable se contrajo 20 por ciento desde la irrupción de Netflix, Hulu y Amazon TV, los OTT más grandes en ese país. “No tenemos estudios que digan que la televisión paga se va a acabar, pero hemos visto una desaceleración del mercado y en Colombia nuestro crecimiento ya llegó a su punto culmen”, reconoció Natalia Iregui, vicepresidente de DirecTV. La ejecutiva pide en concreto una revisión de la carga regulatoria que pesa sobre los cableoperadores y propone cambiar la forma en que se financia la televisión pública en el país, que se surte de dineros que deben girar RCN, Caracol y los cableoperadores. “Cuando usted ve que un negocio se está agotando los impuestos deben revisarse”, dijo. Por su parte, Alberto Solano propone dos alternativas: “Desregular a los actuales operadores, o regular a los OTT, ya que los operadores regulados pagan unas cargas económicas que los OTT no pagan”.
Los operadores de cable deben aportar un dólar –por cada suscriptor– al fondo que financia la televisión pública, y están sometidos a la vigilancia de dos organismos estatales, la Comisión de Regulación de las Comunicaciones y la Autoridad Nacional de Televisión, en tanto que Netflix está al margen de todo esto, gracias a que opera como un servicio en internet.
Pero el problema de fondo tiene que ver con tecnología. Google, Facebook, Netflix y demás gigantes de la red son fruto de los cambios en las plataformas tecnológicas, que tienen en jaque a los modelos de negocio basados en tecnologías obsoletas. Uber amenaza a los taxistas, Netflix a los cableoperadores, y WhatsApp, con sus llamadas gratis por internet, a los operadores telefónicos tradicionales.
Lida Rippe, consultora de Standard & Poor’s en Washington, cree que las ‘telcos’ no deberían ver a las empresas de internet como rivales o enemigas, sino prepararse para competir e insertarse en el nuevo ecosistema digital. Empresas como Altibox, en Noruega, o TIM, en Brasil, son casos de operadores tradicionales que fueron capaces de reconvertirse y, actualmente, ofrecen servicios convergentes que incluyen desde contenidos OTT y llamadas telefónicas hasta manejo inteligente del hogar, todo en un solo paquete. “No le teman a Netflix o a Hulu, véanlos como posibles ‘partners’”, afirma.
Las declaraciones de César Alierta abrieron de nuevo el urticante debate sobre la neutralidad en la red, que es el principio que ha garantizado hasta ahora que cualquier start-up innovadora que inaugure un servicio sobre internet tenga acceso a todos los públicos y audiencias globales. Operadores móviles han propuesto varias veces que se les otorgue el derecho de cobrar tarifas –a modo de peaje– a los grandes consumidores del ancho de banda (como los buscadores y las redes sociales), a cambio de prioridad en el tráfico, lo que dejaría en desventaja a los sitios web de individuos y a los proyectos pequeños. Estados Unidos rechazó reiteradamente esta propuesta, pero en el Viejo Continente la presión de los operadores de telecomunicaciones parece tener eco y ha ganado espacio en la legislación europea. Google, previendo la posibilidad de que en algún momento las presiones de los operadores móviles surtan efecto, comenzó el despliegue de su propia autopista, mediante el proyecto Google Fiber, en fase experimental en algunas ciudades, con el que pone un pie en el mundo de los servicios de telecomunicaciones.
Con un panorama tan complejo, en donde los grandes operadores móviles planean convertirse en proveedores de contenido, porque allí está la parte más jugosa de los negocios digitales, y en donde dichos proveedores empiezan a instalar redes propias de telecomunicaciones, es difícil vaticinar el desenvolvimiento futuro del ecosistema digital.