2017-12-06
El bitcoin no tiene valor intrínseco, pero eso no importa, por el momento. Estamos ante una inversión especulativa que está pagando un rendimiento espectacular.
La saga de Bitcoin es una de las grandes historias del 2017. Esta criptomoneda pasó de valer 1,000 dólares en enero hasta 11,850 dólares, el martes 5 de diciembre. Hay muchos que piensan que estamos ante el principio de una nueva forma de crear valor. Otros, entre ellos varios premios Nobel, aseguran que se trata de una de las mayores burbujas en la historia, comparable a la fiebre especulativa que desataron los tulipanes en Holanda alrededor de 1630. En un momento, algunas variedades de tulipán alcanzaron a valer lo mismo que una casa. En 1637 vino el colapso y los tulipanes volvieron a valer lo que vale una flor.
Los 11,850 dólares que se pagaron por cada unidad de bitcoin son un excelente ejemplo de lo que los economistas llaman valor subjetivo. El bitcoin ha alcanzado ese precio porque hay miles de personas dispuestas a pagar eso. El valor de algo está definido por lo que alguien está dispuesto a pagar por él. El que haya personas que trabajen haciendo minería de bitcoins y que haya un mercado para esa divisa no significa que esta criptomoneda tenga un valor objetivo, como lo pueden tener una casa o un lingote de oro. El bitcoin no tiene valor intrínseco, pero eso no importa, por el momento. Estamos ante una inversión especulativa que está pagando un rendimiento espectacular.
El bitcoin es una burbuja. ¿Cuándo reventará? No hay bola de cristal que pueda decirlo. La burbuja sigue viva y es impermeable al escepticismo. Quien paga hoy más de 11,800 dólares por una unidad de bitcoin insufla más aire a la burbuja. Al entrar en ese mercado realiza un acto de fe. Pone su dinero en algo que no sabe cómo funciona y desestima las posibilidades de fracaso. Su apuesta es racional, si vemos lo que ha pasado en el año. Es una locura, si consideramos que ese precio se sostiene en el aire.
El valor futuro de bitcoin y de otras divisas virtuales dependerá en parte de las decisiones regulatorias que tomen los gobiernos en torno a las divisas digitales. México ha adoptado una posición de espera vigilante, “es muy pronto para saber cuál es la mejor política”, dijo una y otra vez Agustín Carstens. Otros países como Japón se han lanzado con todo para abrazar la novedad. No todos aplauden la decisión japonesa. Kenneth Rogoff, académico de Harvard y uno de los gurús del mundo financiero, es lapidario: Japón quiere convertirse en la capital mundial del fintech, pero podrían terminar siendo el centro de una red mundial de lavado de dinero .
El valor de capitalización del bitcoin ya alcanzó los 200,000 millones de dólares, en todo el mundo. Esto es mayor que el valor de mercado de Ford y equivalente al PIB de Grecia. Esta burbuja está hecha de aire y fe, pero también se nutre de las acciones de jugadores que prefieren estar en la sombra, por razones fiscales, ideológicas o porque el mundo de las criptomonedas es territorio propicio para blanquear el dinero del crimen organizado.
El esfuerzo de regular las criptomonedas representa una batalla que enfrenta al establishment contra una forma de rebeldía antisistema. En otros momentos podríamos afirmar que quien apostara contra el sistema perdería. Ahora no es así. Ser antisistema tiene un lado “sexy”, capaz de atraer multitudes. Si eso está combinado con capacidades tecnológicas, el pronóstico es más complicado. El resultado, imposible de anticipar.