José Otero | El Economista | jueves 28 de enero de 2016
Hace un par de semanas me invitaron a hablar frente a un grupo de estudiantes sobre el impacto de las tecnologías inalámbricas en la vida de las personas. Antes de comenzar les pregunte qué les venía a la mente al escuchar el término banda ancha móvil.
Las respuestas no me sorprendieron mucho y podría resumirlas en dos grandes segmentos. El primero incluye todos los servicios y aplicaciones que tienen como finalidad comunicar dos o más personas. Algunos de los servicios que se incluyen en esta categoría son las aplicaciones de mensajería, videollamadas, email o la tradicional voz.
El segundo segmento identificado por los estudiantes agrupa todo lo referente a entretenimiento, desde los que incluyen interactividad en tiempo real entre dos o más jugadores hasta juegos más sencillos como sudoku. También hubo mención de la posibilidad de acceder a diferentes plataformas de video tipo YouTube y Netflix desde el celular. Desde mi óptica, la lección más importante de la conversación con los estudiantes la obtuve de aquellos servicios y aplicaciones que no formaron parte de las respuestas. Cuando pregunté acerca de la posibilidad de acceder a servicios de gobierno electrónico me encontré con rostros que proyectaban ignorancia sobre el tema. Igual que cuando comienzo a explicar que ahora es posible concretar muchos procesos como registros, pagos y solicitud de certificados a distintas agencias de gobierno por medio del celular.
La consecuencia inmediata de esta ignorancia general sobre la existencia de servicios de gobierno electrónico a los que se puede acceder desde el celular es que un número reducido de personas se benefician de los mismos. Otra área de desconocimiento general son los servicios de telesalud. Aquí la sorpresa es menor, pues mi experiencia me indica que en América Latina ni siquiera personas que tienen como parte de su trabajo manejar diariamente información sobre la implementación de tecnologías de información y comunicaciones (TIC) en temas de desarrollo están familiarizados con la integración de las TIC en la oferta de servicios de salud.
Puedo mencionar como ejemplo una conversación que tuve hace varias semanas sobre la disponibilidad de servicios de telesalud en México. La persona con quien platicaba —autor de múltiples artículos sobre el sector de telecomunicaciones local— me afirmaba que estaba loco, pues sobre eso no se hace nada en el país.
Su reacción no me sorprendió, pues los esfuerzos que se han hecho para comunicar el trabajo que se ha completado en iniciativas de telesalud no han sido exitosos en obtener difusión en los principales medios del país. Es por esta razón que localmente hay desconocimiento de afirmaciones de entidades como la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando comentó que `México ha adoptado la mayoría de las acciones necesarias para habilitar la implementación de servicios de telesalud.` Para obtener detalles de la información que utiliza la OMS para pasar juicio de la situación de telesalud en México simplemente hay que consultar los documentos sobre el tema que durante las pasadas dos décadas ha publicado la Secretaría de Salud.
También se puede consultar un estudio sobre telesalud publicado por la Embajada de los Países Bajos en México, donde se identifica como instituciones de gobierno que cuentan con iniciativas de telesalud a las siguientes entidades: IMSS, ISSSTE, Pemex, Sedena y Semar. Nuevamente, la lección que se obtiene de este segundo dialogo es que muchas veces las inversiones que se hacen para mejorar la oferta de servicios a la ciudadanía pasa desapercibida por la poca difusión mediática que reciben. La misma difusión que es necesaria para que sean los consumidores los responsables de evaluar su desempeño y alcance.
Las redes de banda ancha móvil en México, según Telconomia, llegarán a 76.7 millones de líneas en el 2018.