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Alierta anuncia que deja la presidencia de Telefónica

Fotografía: Luis Sevillano

Ramón Muñoz | El País | 30 Marzo 2016

En un relevo ordenado nombra sucesor a Álvarez-Pallete, su hombre de confianza.

César Alierta, el presidente de Telefónica, deja su cargo tras casi 16 años al frente de la mayor de las multinacionales españolas. El directivo, de 70 años, ha preparado un relevo ordenado en la cúpula de la operadora. José María Álvarez-Pallete, actual consejero delegado y la mano derecha de Alierta hasta ahora, ocupará el cargo a partir del 8 de abril.

El anuncio de la marcha de Alierta este martes causó la sorpresa del mundo empresarial pero el relevo se había estado gestando durante el último año, pilotado por el propio presidente, que ha entendido que este era el momento propicio para que su hombre de confianza tomara las riendas de la compañía, de cara al desafío que tiene la misma en su transformación de operadora de redes (carrier) a compañía digital y de explotación de contenidos, según fuentes cercanas conocedoras de la decisión.

El sucesor de Alierta hereda una compañía completamente internacionalizada –el 74% de los ingresos proceden de fuera de España y Brasil es el mercado número uno–, gestionada profesionalmente pese a las múltiples dependencias con el poder político al ser una actividad parcialmente regulada, y que ha sabido dar el salto desde el mundo analógico de la vieja Telefónica que se encontró a principios de este siglo al ecosistema digital.

Telefónica relevo César Alierta

Alierta ha pilotado la etapa de mayor expansión de Telefónica, no solo en su ámbito natural (España y Latinoamérica) sino en mercados maduros europeos como Alemania, Reino Unido, República Checa o Irlanda, aunque luego ha salido de algunos de ellos. Para ello, acometió las mayores operaciones de la historia del grupo como la adjudicación de licencias UMTS, la compra de las filiales latinoamericanas de BellSouth, la adquisición de O2, o la toma de control total de Vivo, la mayor operadora brasileña. Telefónica ha extendido su presencia a más de 20 países y ha incrementado su número de clientes desde 68 a más de 320 millones. Durante su mandato, la compañía ha invertido 100.000 millones de euros, el equivalente al 10% del PIB español.

El presidente saliente deja marcada, al menos para los próximos dos años, la política de retribución al accionista, basada en una fuerte remuneración, incluso durante los periodos de crisis, cuando el resto de operadores internacionales optó por minimizar el dividendo o suprimirlo. Desde que accediera a la presidencia y hasta el último pago de 2014, Telefónica ha repartido más de 40.000 millones de euros en dividendos (sin contar la retribución en acciones). Precisamente, los mercados han saludado con una subida del 1,48% el relevo en la cúpula de Telefónica.

Alierta llegó a Telefónica en 2000, cuando la compañía aún se gobernaba como una empresa pública (acababa de ser completamente privatizada por el Gobierno de Aznar). Junto con el presid

ente del BBVA, Francisco González, Alierta era el único alto cargo que permanecía al frente de una empresa con orígenes públicos. Venía de presidir la también privatizada Tabacalera. Y bajo los auspicios de Rodrigo Rato, entonces ministro de Economía, quien escandalizado por el rumbo que estaba tomando con la singular gestión de Juan Villalonga -el antecesor de Alierta en el cargo- eligió a este para que apaciguara la compañía.

 

Habilidad con los políticos

Y es que otra de las características del mandato de Alierta ha sido su habilidad para combinar la profesionalidad en la gestión, con las buenas relaciones con el poder político. En los más de tres lustros que ha ocupado al presidencia de la operadora, ha convivido con tres presidentes del gobierno (José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, y Mariano Rajoy) y pese a las frecuentes presiones dirigidas desde ese ámbito, nunca fue cuestionado en su puesto.

Esa habilidad para llevarse bien con el poder le ha granjeado algunas críticas, por los numerosos fichajes que ha realizado de directivos que venían del mundo de la política como Eduardo Zaplana, Rodrigo Rato, Narcís Serra, entre otros.

La gestión de Alierta, que siempre ha presumido de su tozudez aragonesa, ha sido personalista, y no ha dudado en darle la vuelta varias veces al organigrama directivo cuando no estaba satisfecho con la trayectoria del grupo. En varias de esas revoluciones, se quiso ver a su delfín, aunque nunca se percibió uno con absoluta claridad. Sonaron Julio Linares, Antonio Viana-Baptista o Fernando Abril-Martorell, entre otros.

Finalmente, el designado ha sido Álvarez-Pallete, un hombre de la casa –lleva 17 años en el grupo y desde 2012 como consejero delegado–, a quien Alierta considera “como el directivo más preparado para afrontar con éxito los retos que impone la revolución digital”, según señala la nota oficial de Telefónica.

Alierta seguirá formando parte del consejo de administración de Telefónica, cargo que ocupa desde cuatro años antes de acceder a la presidencia, y centrará también sus aportaciones en temas sociales y de progreso como es la educación digital y la presidencia ejecutiva de la Fundación Telefónica.

El presidente de Telefónica tiene derecho a percibir 35,5 millones de euros por su plan de pensiones, ya que el pasado año sustituyó el blindaje que tenía en su contrato, por una aportación extraordinaria y única a un plan de previsión social.

 

LOS RETOS PARA SU SUCESOR

José María Álvarez-Pallete se encuentra con una compañía con la gestión profesionalizada, enfocada al mundo digital, y fuertemente diversificada con 322 millones de clientes en 20 países. Además y tras el último plan de bajas incentivadas, reina la paz laboral. Pero el sucesor de César Alierta también deberá afrontar varios retos trascendentales para el futuro de operadora.

El más acuciante es el de reducir su elevado nivel de endeudamiento, cercano a los 50.000 millones de euros y superior a la capitalización de la compañía. En ese reto será fundamental la postura que adopte la Comisión Europea sobre la venta de O2, filial británica de la multinacional española, al grupo hongkonés Hutchinson por 14.000 millones de euros, al temer que la operación pueda perjudicar la competencia en el mercado británico. La aprobación de la operación le permitiría un colchón financiero suficiente para asegurar la generosa política de dividendos y enjugar las últimas adquisiciones de la compañía (GVT en Brasil, E-Plus, en Alemania y Digital +, en España).

El otro reto, y causa oficial del relevo, es el de pilotar al grupo como una empresa digital, capaz de competir con los gigantes nacidos en Internet como Google, Facebook o Amazon. Esta siempre ha sido una de las grandes obsesiones de Alierta que ha criticado a estas firmas que, a su juicio, se aprovechan de su situación de desregulación para ganar mercados sin apenas invertir. Rentabilizar ese mundo digital, con herramientas que aseguren la privacidad de los abonados frente a la actual ley de la selva digital, es el examen que Alierta le ha puesto a su sucesor.

Otro desafío no mucho menor del actual consejero delegado, y la verdadera espina clavada con la que se va el presidente Alierta, es convencer a los mercados de que Telefónica vale mucho más, es decir, que suba la cotización. En los 16 años en los que Alierta ha ocupado la presidencia, las crisis, tanto del sector como la económica, han impedido a los títulos de Telefónica remontar el vuelo. Hoy apenas rozan los 10 euros por título, cuando llegaron a sobrepasar los 20 euros hace más de tres lustros e incluso los 30 euros meses antes de que Alierta llegase a la presidencia, en plena burbuja tecnológica.

A su favor, juega la recuperación del sector, en especial, en España, en el que la explosión de Internet móvil y las nuevas redes de fibra aseguran un crecimiento de los ingresos en los próximos años. El nuevo presidente deberá consolidar esa base sólida, y rentabilizar las fuertes inversiones que está haciendo el grupo el mundo audiovisual con la compra de derechos de deportivos y cine. No en vano, Alierta ha prometido que Telefónica estará entre los tres primeros grupos audiovisuales del mundo y el primero en lengua española.

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