2020.03.31
En las últimas semanas la mayoría hemos tomado un curso rápido de epidemiología. Conceptos como el ritmo reproductivo básico R0 (número que indica la cantidad promedio de personas que puede contagiar una persona que padece COVID-19 y que se estima entre 1.34 y 3.8) y el tiempo que el virus puede mantenerse infeccioso el aire (se estima un límite máximo de tres horas) son datos que ya forman parte de nuestra vida cotidiana.
Para nadie es un misterio que la ciudad china de Wuhan, donde comenzó la propagación del COVID-19 ya vislumbra su regreso a las actividades cotidianas depués de dos meses bajo feroz encierro. La contención del virus en dicha ciudad no hubiera sido posible sin una serie de estrategias de seguridad pública que permitieron detener las denominadas cadenas de transmisión, identificando y aislando aquellas personas contagiadas o cuya cercanía con personas y lugares infectados pudiesen propagar el virus.
Una de las estrategias tecnológicas empleadas por el gobierno chino, apoyado por gigantes tecnológicos como Tencent o Alibaba fue la creación el pasado mes de febrero de módulos dentro de apps móviles como Alipay o WeChat que solicitan una serie de datos personales como el nombre, fecha de nacomiento, ubicación, historial de viajes recientes y si alguien ha estado en contacto con alguna persona enferma u hospitalizada en los últimos 14 días.
Existe poca información sobre lo que sucede después de que la información ha sido introducida por el usuario en dicho módulo. Algunos reportes de prensa indican que la información del usuario se contrasta con bases de datos pertenecientes de autoridades sanitarias, de seguridad y transporte, así como información relacionada con las condiciones sanitarias en la ubicación de la persona. Como resultado, la miniaplicación presenta en su pantalla un código de respuesta rápida, también llamado QR y que tiene la forma de un cuadrado relleno con una matriz de puntos.
Los códigos QR son descendientes tecnológicos de los códigos de barras empleados desde la década de 1970. Sin embargo, a diferencia de sus antecesores, que podían contener hasta 20 caracteres (letras y números), los códigos QR pueden almacenar hasta 1,089 caracteres distintos además de que, a diferencia de los códigos de barras que requieren lectores especializados, los códigos QR pueden leerse con cualquier dispositivo electrónico equipado con una cámara fotográfica .
Así son los códigos que se envían a los ciudadanos suscritos al módulo sanitario.
El color de este código de barras indica la movilidad que la persona gozará. Un código verde indica que el individuo podrá moverse libremente y entrar a oficinas y transporte público. A su vez un código amarillo obliga a su portador a mantenerse en casa por una semana mientras que uno rojo hace que el ciudadano se mantenga en su hogar por dos semanas. Este código se actualiza cada medianoche de acuerdo con cambios en la epidemiología de la zona y los movimientos realizados por la persona en el día.
Reportes de prensa indican que dicho código QR es empleado en alrededor de 200 localidades chinas para controlar el movimiento de los ciudadanos por medio de puntos de revisión a la puerta de oficinas, unidades habitacionales, tiendas y estaciones de transporte público. Las personas con códigos amarillos y rojos no pueden entrar a dichas instalaciones y pueden ser amonestadas o incluso detenidas por las autoridades en caso de no obedecer lo indicado por el código QR.
Taiwán decidió tomar el mismo principio (usar los datos de localización generados por dispositivos móviles) aunque en lugar de códigos QR emplea una app móvil que advierte al ciudadano y avisa a las autoridades si éste ha salido de su casa por medio del módulo GPS que tiene el celular y registra sus movimientos. El gobierno de Israel anunció a mediados de marzo su decisión de seguir los movimientos de pacientes con COVID-19 tomando datos que las empresas de telecomunicaciones móviles poseen sobre la ubicación de sus clientes, aunque el Poder Judicial de ese país revisó y revirtió esta decisión.
No será extraño que herramientas similares se desplieguen en otras partes para contener la propagación del virus, aunque seguramente serán sujetas de un profundo escrutinio legal y ético debido a que por lo menos en Occidente la privacidad de los datos personales no permite un uso tan invasivo de la información contenida en dispositivos que nos siguen a todas partes. Como sea, el teléfono celular será básico, en muchos lugares del mundo, para combatir la propagación de la enfermedad en los tiempos por venir.