La inteligencia artificial (AI) se torna paulatinamente parte de la vida cotidiana. En el pasado Consumer Electronic Show realizado en Las Vegas empresas de electrónica de consumo mostraron televisores que responden a comandos de voz y que ajusta el color y luminosidad de la imagen dependiendo del tipo de contenido que se mira en la pantalla hasta sistemas que por medio de sensores detectan el estado de ánimo del conductor y adaptan el interior del vehículo para mejorar la experiencia de conducción.
Sin ir más lejos, en la camisa o en el bolso de mano llevamos dispositivos que cuentan con tecnologías de reconocimiento de voz que nos permiten realizar llamadas telefónicas, enviar mensajes y hacer todo tipo de búsquedas de información. Empresas tecnológicas como Amazon, Apple y Microsoft han creado asistentes digitales bajo nombres como Alexa, Siri y Cortana respectivamente que responden a nuestras órdenes y a nuestros más banales deseos. A su vez empresas como Amazon y Samsung incorporan asistentes de inteligencia artificial en aparatos electrodomésticos como bocinas de audio y refrigeradores.
Los sistemas de inteligencia artificial transitan hacia una rápida evolución que no sería posible sin la colaboración involuntaria de cientos de millones de personas que aportan datos como insumo para que los sistemas de inteligencia artificial puedan hacerse más sofisticados y con mayores capacidades para entendernos y hacer tareas como darnos información y atender nuestros deseos.
¿Cómo es esto posible?
La inteligencia artificial es una de las áreas más sofisticadas de las ciencias computacionales y usuaria de las más avanzadas matemáticas. Sin embargo, parten de fundamentos relativamente sencillos y una de las técnicas más fáciles y eficientes para entrenar estos sistemas de inteligencia artificial consiste en nutrirlos con cantidades masivas de datos para que el sistema aprenda a reconocer patrones que a su vez se convierten en lecciones que posteriormente le ayudan a tomar decisiones. El sistema AlphaGo, desarrollado por los propietarios de Google y que en 2016 venció al campeón coreano Lee Sedol en el juego de estrategia go, se nutrió con una base de datos formada por 30 millones de jugadas almacenadas por un servicio de juego de go en línea llamado KGS Go Server.
Algunas de estas bases de datos se nutren con las preguntas que le hacemos constantemente a los motores de búsqueda en internet que lo mismo nos ayudan a encontrar una receta de cocina que a responder una tarea escolar. Google opera desde 2016 un sistema de inteligencia artificial llamado RankBrain que se nutre con miles de millones de preguntas que le hacen diariamente al buscador para comprender patrones de lenguaje humano, predecir preguntas que el usuario le hará y responder de la mejor manera. He aquí un ejemplo:
Otro sistema usado para nutrir sistemas de inteligencia artificial es el llamado CAPTCHA, nombre abreviado del Completely automated public Turing test to tell computers and humans apart. Este sistema creado en la década pasada por científicos en la universidad Carnegie Mellon hoy es usado para asegurarse que un ser humano está accesando un sitio web y no un sistema automatizado. Este consiste en una caja donde uno escribe el significado de un texto escaneado de una imagen.
Detrás de cámaras el sistema enseña a sistemas de inteligencia artificial a “leer” textos que por su distorsión dificultan la lectura automatizada. Las versiones más modernas de este sistema usan fotografías donde el humano debe identificar imágenes que contengan elementos como automóviles o postes de luz.
Los sistemas de reconocimiento de voz colocados dentro de bocinas y smartphones nutren algoritmos y servicios de inteligencia artificial con las órdenes que les damos y que les sirven de materia prima para detectar elementos como el tono de la voz, el contexto y la emoción vertida en nuestras palabras. La información proveniente de cámaras de seguridad y sensores instalados dentro de infraestructura urbana como postes y banquetas ya está siendo usada para nutrir sistemas de inteligencia artificial capaces de identificar actitudes sospechosas como un potencial terrorista ocultando un paquete bomba en su ropa o un ladrón persiguiendo a su víctima entre una multitud.
Por un lado, podemos sentirnos orgullosos por haber contribuido en la creación de sistemas de inteligencia artificial que probablemente nos harán la vida más fácil en el futuro y que quizá se conviertan en nuestros médicos, nuestros cocineros y quizá en nuestros confidentes. Sin embargo, también deja una leve sensación de vértigo que todo esto ha sucedido, que todo esto sucede todo el tiempo y sin que nos demos cuenta, Más aún, sin otra defensa que dejar nuestros dispositivos electrónicos, abandonar internet y alejarnos de la vida moderna para vivir como ermitaños, sin darle de comer a los sistemas de inteligencia artificial pero también en el exilio de la sociedad.
Todo es muy raro, como diría cierto escritor mexicano.