2021.11.18
Vía El Economista
La conectividad ha probado ser una suerte de vacuna en el curso de la pandemia, facultando la mayoría de la actividad social o al menos algunas de sus proxys, en procesos productivos, educativos, informativos, culturales y de entretenimiento, entre otros.
El confinamiento propició un ‘empujón digital’ que propulsó la adopción de las TIC a nivel global. Latinoamérica no ha sido la excepción, a pesar de las imperantes disparidades económicas y sociales en la región, así como en la dotación de infraestructura.
Acceso a conectividad fija. No obstante, aún se registra una brecha de acceso a la conectividad a nivel regional.
Al cierre de 2020, se registró una contabilidad agregada de 92.4 millones de accesos a la banda ancha fija (BAF), que representa un promedio de penetración de 48% entre los hogares de estos países. Destacan favorablemente Uruguay (91%), Argentina (70%), Brasil (68%), Chile (67%), Costa Rica (64%), Panamá (64%), México (63%), Colombia (57%), Ecuador (56%) y Puerto Rico (51%), países que superan un coeficiente de 50%.
En contraste, Paraguay (26%), Bolivia (26%), Honduras (25%), Nicaragua (22%) y Guatemala (20%), revelan que en promedio uno de cada cuatro de sus hogares apenas dispone de BAF. En el rango de uno de cada tres hogares conectados, se identifica a Perú (36%), El Salvador (31%) y República Dominicana (31%), en donde si bien la adopción se ha acelerado, resultan aún infranqueables las barreras estructurales que hacen que el coeficiente de 50% de adopción aún parezca lejano.
Habilitadores y barreras. Entre los factores que estimulan o inhiben la adopción de este servicio destaca el ingreso promedio de los habitantes de cada país, variable medida a través del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita.
En la medida en que el nivel de ingreso es mayor en los hogares, estos pueden dedicar su ingreso al consumo de más bienes y servicios, incluido el de banda ancha fija.
Efectivamente y sin ser un secreto ni una revelación para nadie, el PIB per cápita se correlaciona positivamente con la adopción del servicio, resultando en que países como Uruguay y Chile registren niveles superiores de acceso a la BAF.
Por otro lado, existe evidencia que sustenta que aquellos países en los que se identifica una estructura de mercado más concentrada, con un menor número de operadores competidores y/o con un operador con una elevada participación de mercado, tienden a presentar condiciones adversas para el acceso a la banda ancha fija.
Entre estas destacan: altos precios, baja calidad, limitados incentivos a la inversión en infraestructura de telecomunicaciones y consecuentemente a alcanzar una cobertura óptima.
En Guatemala y Perú la oferta de banda ancha fija es provista, en su mayoría, por un solo operador, hecho que se corresponde con bajos niveles de adopción.
El empujón digital registrado desde el año pasado ha propiciado una mejora en las condiciones de disponibilidad, calidad y asequibilidad en la provisión de servicios como la BAF. Esta circunstancia se ve influenciada positiva o negativamente por factores tan diversos como las condiciones geográficas, el desarrollo de habilidades digitales, el marco regulatorio y los niveles de competencia efectiva.
La identificación e inclusión de estos factores es esencial para el diseño e implementación de cualquier medida de política pública o agenda digital que se emprenda en la región, en reconocimiento de las condiciones estructurales que caracterizan a los países de Latinoamérica.