Las incidencias generadas por el cambio de proveedor de servicios de telepeaje en las autopistas operadas por Caminos y Puentes Federales (Capufe), ejemplifican las afectaciones a la población derivadas de una pobre planeación.
El análisis de este asunto es relevante y pertinente, ya que si bien el servicio público como tal nunca estuvo en peligro, me refiero al tránsito de cualquier usuario por el sistema de autopistas de cuota de Capufe a través del pago en efectivo, las evidentes pifias de planeación, oportunidad y comunicación a la población, hicieron de este proceso aparentemente ordinario una verdadera piedra en el zapato.
Toda modificación en la prestación de servicios públicos genera ciertas contingencias; sin embargo, en el caso de la nueva IAVE, las afectaciones sufridas podrían catalogarse, en su mayoría, como evitables o innecesarias. Por principio de cuentas, la fecha elegida (así es, elegida, no impuesta por ley alguna) fue desastrosa: el 1 de agosto; como todos sabemos, es una fecha inserta en el periodo vacacional de verano. De haber seleccionado otra fecha, Capufe hubiera podido corregir problemas ordinarios en el funcionamiento de la nueva IAVE sin irritar a tantos automovilistas.
La comunicación acerca del cambio de proveedor fue errática en todo momento. A esta fecha, en la que Capufe ha anunciado el inicio de la “interoperabilidad” entre el nuevo y el viejo sistema, las dudas permanecen entre los usuarios. Lo que verdaderamente fue hermoso es que a pesar de haber acudido a un centro de canje (ubicados en las casetas de las autopistas federales, normalmente lejanas e inconvenientes para cualquier usuario vacacionista) y haber obtenido la nueva calcomanía IAVE; haber hecho uso del confuso portal diseñado ex profeso para “activar” la calcomanía (con el depósito de 200 pesos), haber tenido que esperar un día hábil para obtener la clave de usuario y contraseña para administrar la cuenta y haber depositado más dinero para la jornada a ser iniciada el 1 de agosto, muchos vacacionista NO pudieron hacer uso de la IAVE-Capufe, ya que el sistema no leyó por días calcomanía alguna.
Explicaciones puede haber muchas, lo que es innegable es que la mayoría de los problemas fueron causados debido a una pésima planeación en la transición. Al día de hoy, los escuetos comunicados del organismo carretero no dejan claro cómo deben proceder los automovilistas que ingenuamente siguieron los pasos marcados por Capufe para descubrir que el servicio no servía y haber quedado con un parabrisas saturado de calcomanías sin poder disponer del dinero ya depositado.
La experiencia con la nueva IAVE debe analizarse, con mesura análoga, respecto de lo que puede generar un “apagón analógico” de la televisión radiodifundida mal planeado y ejecutado. En este último caso la afectación sería total para mucha gente que podría quedarse indefinidamente sin un servicio que hoy define como derecho fundamental nuestra Constitución.