Con los avances tecnológicos surgen nuevos dilemas tanto éticos como regulatorios. Con el avance de la técnica nacen problemas nunca antes imaginados ante dicho progreso: el uso del radar militar significó la necesidad de regular el uso del espectro radioeléctrico; con la radio y la televisión, la censura y clasificación de contenidos; con la explotación y transformación industrial, la protección del medio ambiente, y así, innumerables otros ejemplos. Lo mismo sucede ahora con una de las tecnologías más disruptivas para el progreso humano: el internet.
Dice una de las máximas en el mundo de internet que este medio nunca olvida y no perdona; dentro de la infinidad de datos que transitan por internet, la información publicada ahí de las personas —sea ésta positiva o negativa— siempre está disponible y al alcance de cualquiera que sepa usar un navegador, independientemente de si la información se publicó hace 20 años o 20 minutos.
Éste es sin duda uno de los más grandes dilemas del mundo digital y, en cierta medida, de la protección de datos personales y la reputación personal. Es por ello que los políticos temen a internet, las celebridades utilizan servicios de manejo de reputación online y los menores de edad son expuestos por sus errores más allá del momento en que sucedieron, hechos que parecerían inocentes en el momento.
Esto es relevante para los reguladores de Estados Unidos y la Unión Europea, ambos, pioneros en los debates de la protección de datos personales y privacidad pero con diferencias significativas en cuanto a su aplicación. En Europa, hace unas semanas, la Corte Europea ordenó a Google desactivar algunos vínculos de su buscador que referían al embargo de la casa de un ciudadano español hace varios años y que seguían causando agravios para su reputación. La Corte Europea ordenó remover los vínculos que referían a dicha información y así dotarle del derecho al olvido.
La nueva legislación de protección de datos de la Unión Europea permite a las personas —ciudadanos de la Unión Europea y otros— obligar a las compañías globales de tecnología para eliminar los enlaces a sus actividades anteriores, siempre y cuando las personas no sean consideradas figuras públicas como celebridades o políticos. Sin embargo, los europeos y los estadunidenses tienen enfoques diametralmente opuestos del mismo problema. En Europa, las raíces intelectuales del derecho al olvido se pueden encontrar en el derecho francés, que reconoce le droit à l’oubli —o el “derecho al olvido”—, un derecho que permite a un criminal condenado que haya cumplido su tiempo y estado rehabilitado, para oponerse a la publicación de los hechos de su condena y encarcelamiento. En Estados Unidos, por el contrario, la publicación de los antecedentes penales de una persona está protegida por la libertad de expresión.
Sin duda la sentencia de la Corte Europea es importante, a la luz de la información sesgada, con errores o vieja que se maneja en internet sobre una persona. El internet no perdona los errores del pasado y cualquier persona con un celular en mano es ahora capaz de exponer a una persona por el más mínimo error real o percibido. Olvidar es así un derecho.