2020.05.06
Vía El Economista
Hay que incidir en los usos y costumbres de los lectores para habilitarlos en el consumo de libros electrónicos, afirma Pilar Gordoa, directora de estrategia digital de Penguin Random House.
Si bien hace 10 años el mercado del e-book ha sido conversación en la industria editorial del país, ésta había sido mínima, toda vez que su crecimiento fue mínimo, tanto así que, hasta antes del replanteamiento de condiciones por efecto de la pandemia de Covid-19, el libro digital ocupaba entre 4 y 10% de la facturación, cuando en Estados Unidos era ya de alrededor de 30 por ciento. Sin embargo, la situación de repliegue y el cierre de librerías y otros puntos de venta de ejemplares impresos por la emergencia sanitaria obligó a acelerar una conversión del mercado, al menos de manera transitoria, hasta el restablecimiento del mercado del físico.
El anterior fue tema de la conversación “Cómo mantener el negocio del libro en América Latina”, entre Pilar Gordoa, directora de Estrategia Digital, Marketing y Comunicación de Penguin Random House, y Adriana Ortega, directora de Ventas y Mercadotecnia de Metabooks México, como parte del ciclo Conversaciones para Hacer que los Libros se Vean.
“La situación por el Covid-19 causó que en las cinco semanas que más o menos llevamos de confinamiento hayan pasado 10 años a futuro en la industria, porque las conversaciones hoy radican en qué libro vamos a lanzar en formato e-book. Nunca antes habíamos pensado en lanzar un libro sin el formato físico como soporte principal. Es obvio que si el negocio está enfocado a ese papel, es difícil que dentro de las conversaciones editoriales se hable sobre lanzar un e-book. Pues bien, esas conversaciones se están dando”, compartió Gordoa vía streaming.
La imposibilidad de hacer lanzamientos físicos, explicó, obliga a replantear las estrategias para los canales digitales, tanto de libros electrónicos como audiolibros, y una de ellas será buscar hacer incidencia sobre los usos y costumbres de los lectores, dado que la gran mayoría de este público objetivo no ha descargado un solo libro digital. Por ello, reconoció el propósito de su editorial para capacitar o habilitar a los lectores afincados en el papel en el consumo de los productos editoriales digitales y, así, detonar la incursión en una plataforma donde, por si fuera poco, impera la oferta de contenidos audiovisuales, más este momento.
“Quisimos dirigir todos nuestros recursos a una estrategia de promoción en línea, pero también a responder con una política de precios muy agresiva, es decir, bajamos los precios entre 70 y 80% para responder a la oferta que nos podíamos encontrar en Internet, porque, como es tanta, de alguna manera también compite con nosotros. En la industria del entretenimiento y la información se dan también otras cosas: hay conciertos, hay clases de pintura. Necesitábamos poner un precio competitivo”.
Hoy más que nunca, agregó, fortalecer las fuentes de metadatos y mantenerlas vivas es más importante que nunca para el planteamiento de estrategias de visibilidad y colocación de productos. Sin embargo, ante la incertidumbre sobre la extensión de las políticas restrictivas y, con ellas, las drásticas restricciones para el comercio de formatos físicos, todavía con arraigo en América Latina, opinó, el escenario es desolador tanto para pequeñas como para grandes editoriales y de las librerías independientes y las cadenas.
“Creemos importante ayudar a los libreros no sólo a llevar tráfico de consumidores sino también ayudar con sus plazos de pago. Sabemos que no cuentan con la liquidez para afrontar las facturas vencidas. Estamos tratando de ampliar los plazos de pago que les permitan tener liquidez. Hemos visto otras ideas que han surgido, como los fondos para que la gente apoye. Buscamos nuevas formas de hacer llegar los productos. El reto más importante que tenemos como industria es el tiempo de respuesta”, concluyó Pilar Gordoa.