Guillermo Montero/ Diario de México
El sábado pasado, 115 aspirantes a comisionados del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) presentaron un examen de admisión para legitimar la simulación de transparencia de un proceso que, en realidad, ha sido una burla desde que inició. Por la forma en que el Comité de Evaluación ejecutó su mandato constitucional para seleccionar a los comisionados, queda claro que las sillas en la sala de Plenos del IFT han estado ocupadas desde que se aprobó la reforma hace meses. La discrecionalidad con que se valoraron las credenciales de los participantes, el contenido desbalanceado del examen de juguete y la destacada e inexplicable descalificación de personajes cuyo talento, capacidad y trayectoria son incuestionables, no deja más que suponer que los futuros comisionados ya han sido investidos.
Al examen asistieron personas con un gran conocimiento y sensibilidad del sector y sumamente capaces para encausar el rumbo de las telecomunicaciones en nuestro país. Entre ellos, Hector Olavarría, Rafael Eslava, Carlos Silva, Irene Levy y Fernando Borjón, todos de la Cofetel. También estuvieron presentes analistas como Ernesto Piedras y funcionarios de la SCT como Javier Lizárraga. Me gustaría pensar que ellos efectivamente serán comisionados y no sólo perdieron su tiempo en un proceso de selección tan protegido que denota fragilidad.
A todos quienes presentaron solicitud, documentación y pruebas de su capacidad y, eventualmente, examen de juguete pensando que sí cumplirían con los requisitos y destacarían en el examen pregunto ¿De verdad pensaron que tenían una oportunidad? Yo sí; iluso.
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