Guillermo Montero
Diario de México
La semana pasada los habitantes de Tijuana fueron objeto de una prueba que midió la capacidad de las televisoras y del gobierno para implementar medidas masivas de modernización tecnológica.
El 28 de mayo, respetando las disposiciones de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), Televisa y TV Azteca, Telemundo y Canal 11 apagaron sus viejos transmisores para dar paso a la televisión digital terrestre o TDT.
El resultado no fue el esperado: la gente se quejó porque se quedó sin señal de TV, los partidos políticos se quejaron porque la gente se quedó sin ver su propaganda para las elecciones, el presidente Peña Nieto ordenó atención inmediata al relajo que se armó y finalmente la Cofetel tuvo que recular y permitir el encendido temporal de los viejos transmisores.
La prueba se concretó porque la Cofetel había garantizado que sólo siete por dentó de los hogares se quedaría sin ver la tele -cifra dentro de parámetros admitidos y congruente con otros países que transitan a la TDT-. Pero el problema fue que aparentemente mucha más gente de la que estimó la Cofetel se quedó sin tele. Lo inverosímil es que según la propia Cofetel, sus números no eran suficientes y aún así no hizo nada para garantizar su confiabilidad o impedir que se afectara a tanta gente; más bien manipuló impúdicamente sus mediciones y sumó peras con manzanas para forzar un resultado numérico que le favoreciera y permitiera proceder con la prueba piloto.
Así fue. No obstante, no se puede negar que la prueba si cumplió su objetivo: demostró cómo no ejecutar un proyecto si es que se quiere tener éxito en la transición a la TDT; a mi juicio gran lección para el esperado Ifetel.