Federico González Luna Bueno
El Financiero
Se menciona con insistencia que la iniciativa establecerá que la información que difundan los medios de comunicación deberá ser veraz, plural y oportuna, tal cual. No un tipo de medio en particular, todos ellos; impresos y electrónicos. La prensa en su conjunto. El problema mayor, gravísimo, es evidente: la veracidad de la información es subjetiva por lo que, de manera previa, nadie puede afirmar que tal o cual contenido es veraz. De la libertad de expresión se ha dicho hasta el cansancio (y no dejaremos de repetirlo muchas veces, más aún cuando vemos iniciativa como la que nos ocupa) que es consustancial al funcionamiento de la democracia. Difícilmente podríamos entender el México moderno sin las luchas democráticas a lo largo del siglo XX acompasadas, a veces poco, a veces mucho y a veces completamente, por los medios de comunicación, muchas de las veces en la medida en que la garantía de expresión fue adquiriendo o conquistando fuerza. El poder expresar puntos de vista libremente ha sido complemento indispensable de la lucha política y de partidos. Aún lo es y por ningún motivo debieran dejar de serlo. Ya en 2007, con la última reforma electoral, se dio fuerte golpe a la libertad de los partidos y de los medios, aunque ello en nada sería comparable con lo que estamos próximos a atestiguar. Es desalentador ver cómo el resentimiento en algunas personas o grupos lia hecho olvidar que el pleno goce de esta garantía constitucional será causa de la forma en que la sociedad evolucionará cultural, social, cívica y políticamente. La libertad de expresión es muy frágil, basta con una sola palabra que la califique para terminar con ella. Enemigos los tiene por todos lados, en la izquierda y en la derecha, muchas personas (más de las que creemos) ciegamente convencidas de su verdad y para quienes las opiniones diferentes son, en el fondo, una cuestión personal. Por increíble que parezca, es necesario volver a recordar que este derecho constitucional pertenece a los individuos y que es oponible al Estado. Nada justifica que se le limite, pues su fin es protegerlos frente a la autoridad, no siempre dispuesta a la crítica. Decir que la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, y al mismo tiempo imponer a quien hace uso de tal derecho la obligación de hacerlo en forma veraz, es lo mismo que suprimirlo. ¿De qué sirve declarar una garantía si su ejercicio se acota por cuestiones imposibles de dilucidar?
La libertad de expresarse se sustenta precisamente en lo contrario de lo que pretende absurdamente la iniciativa, es decir en la inexistencia de información veraz, en el sentido de que nadie puede afirmar que es poseedor de la verdad. Quienes redactaron textos para el CRPM debieron haber sabido que a la libertad de expresión no se le ponen adjetivos, simplemente se le establece y defiende. Salvo los grandes sabios, místicos o santos, a quienes les ha sido concedido el don de la verdad revelada, nadie es poseedor de la verdad y por tanto nadie puede decir qué información es veraz y cuál no lo es. Esta libertad descansa en lo subjetivo o, mejor dicho, en el reconocimiento y respecto de la subjetividad, inclusa en la valoración y aprecio de lo diverso. En fin, suponiendo que todo lo que aquí hemos expresado sea falso o sin sustento, ¿Qué sentido tenía acotar un derecho fundamental cuando de lo que se trataba era de impulsar la competencia en las telecomunicaciones y la radiodifusión, y de fomentar la banda ancha en el país? Pareciera ser que siempre hubo poderosos enemigos de esta libertad que, agazapados, hoy triunfan esplendorosamente.