Ernesto Piedras
El Economista
Al hablar de competencia en el sector, no está de más repasar algunas nociones básicas. Por ejemplo, el hecho de que en la sociedad moderna hemos identificado a esta configuración como la estructura de mercado y mecanismo más eficiente para la maximización del bienestar social, por los incentivos que detona en los diferentes agentes económicos, en términos de precios más bajos, calidad e incentivos a la innovación, entre otros.
En este sentido, es común encontrar que cuando se discute sobre la competencia se cae en el lugar de la denominada “competencia perfecta”, estructura de mercado en la cual interactúa un gran número de empresas con un producto relativamente homogéneo, con información completa, un precio determinado por el mercado y libre entrada de cualquier competidor.
Por el contrario, es claro que en la realidad el espectro de alternativas no es binario, es decir, monopolio o competencia únicamente, sino que acotados por los extremos se encuentran:
· Competencia perfecta: con un gran número de empresas, cada una con una baja participación de mercado, que generan un escenario muy dinámico en términos de precio, calidad y cobertura.
· Competencia: amplio número de empresas en el que ninguna es capaz por sí sola de determinar el precio del mercado.
· Competencia monopolística: las pocas empresas atienden segmentos del mercado con productos diferenciados.
· Oligopolio: los pocos oferentes controlan individualmente un porcentaje importante del mercado, con capacidad de colusión que afecta al bienestar social.
· Monopolio: una sola empresa que domina el mercado completo, generalmente bajo supervisión de regulación gubernamental.
De esta forma, en el transcurso de los años, hemos aprendido que la práctica resulta en situaciones intermedias a estos escenarios descritos. A decir de dos renombrados economistas (Hal Varian y Carl Shapiro en Information Rules, 1999), el mismo proceso competitivo frecuentemente resulta en una estructura industrial concentrada, con una o unas pocas empresas dominando este mercado con elevadas economías de escala y fuertes externalidades de red.
Acerca de la competencia en telecomunicaciones en México.
En el país, las telecomunicaciones han sido un mercado que ha sufrido importantes limitaciones para la gestación de la competencia, por las economías de escala implícitas en su operación. Al igual que otros servicios de infraestructura y de economías de red, las telecomunicaciones fueron históricamente provistas por mercados monopólicos gubernamentales para, posteriormente, pasar por un lustro de operación bajo el monopolio privado y finalmente dar entrada a una serie de competidores en sus diversos segmentos operativos.
Así, aun a pesar de que las telecomunicaciones mexicanas se ostentan como un mercado en competencia, podemos observar que el mercado se encuentra altamente concentrado en todos sus segmentos. En primer lugar se encuentran las telecomunicaciones fijas, donde el principal operador mantiene más de cuatro quintas partes de los ingresos; seguido de las telecomunicaciones móviles, que presentan una concentración que supera 70% por parte del operador principal, por no decir dominante. Por otra parte, el principal operador de telecomunicaciones fijas es también el mayor proveedor de servicios de banda ancha fija, manteniendo más de la mitad de las conexiones existentes en el país.
Cabe destacar que ambas empresas pertenecen al mismo conglomerado, que en suma ostenta dos terceras partes de los ingresos totales de las telecomunicaciones mexicanas.
Si a eso no se le llama concentración de mercado, es difícil imaginar qué otro adjetivo lo describiría de una manera más adecuada. Finalmente, el segmento de televisión de paga mantiene los mayores niveles de competencia en comparación del resto, con una concentración de 55% por parte del operador principal.
Es decir, constituyen operadores dominantes en el segmento fijo y móvil.
Con el advenimiento de técnicas regulatorias, se ha logrado habilitar competencia en mercados ya privatizados, con destacado éxito en muchos lugares del mundo, no así en México. El punto medular de la política de competencia consiste entonces en encontrar la fórmula para que esa misma política asegure la presencia de una competencia equilibrada, sin convertirse en un castigo para los ganadores o bien, en una protección a los perdedores. Y éste es un tema de naturaleza regulatoria para determinar los términos de la operación del mercado que detonen al máximo los beneficios del progreso de las Tecnologías de la Información modernas para toda la población.
Pero, entonces, ¿qué nos está faltando? De lo que seguimos careciendo es de la capacidad que han mostrado nuestros principales competidores para ajustarnos a las nuevas condiciones económicas y tecnológicas, con adecuaciones y reformas regulatorias y legales en el campo de las TICs.
Con todo, no es de extrañar que de los 114 millones de habitantes que somos en México, casi 20 millones no tienen línea móvil, dos terceras partes no cuentan con acceso a Internet y más de la mitad de los hogares carece de una línea fija.
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Gerardo Soria Gutiérrez Es abogado y consultor en derecho especializado en telecomunicaciones de México. Licenciado en Derecho, summa cum laude, por la Universidad Iberoamericana...