El final del primer trimestre del 2017 se acerca con una velocidad incomprensible. La buena noticia para el sector de las telecomunicaciones de América Latina es que, contrario a lo vivido hace apenas 12 meses, se nota una reactivación en el mercado. La mala noticia es que la misma es muy tenue, carece de la fuerza necesaria para tener un impacto a corto plazo.
Sin embargo, la transformación que está sufriendo la industria de telecomunicaciones no pasa desapercibida por los diversos medios noticiosos de la región. Muchos de éstos centran su atención al segmento más popular del sector, la oferta de servicios móviles. Pero dentro del mundo de la movilidad son los dispositivos los que aún protagonizan las grandes discusiones de los usuarios.
Cuando me preguntan mi visión sobre lo que estamos viviendo, respondo que la demanda (o mejor dicho expectativa) de los usuarios sobre las capacidades de su celular ha mutado debido a la misma evolución de las redes móviles. Mientras a principios de siglo y hasta hace como cinco años el principal uso de los dispositivos móviles era el servicio de voz, mientras que gracias al rápido crecimiento de la banda ancha móvil el mayor uso es por medio de servicios audiovisuales que van desde el video hasta el texto.
Este cambio de paradigma que lleva al usuario de siempre tener el teléfono al oído a ahora tenerlo frente a sus ojos se ha dado de forma asimétrica en todos los mercados del hemisferio. Esta simple acción indica claramente un incremento en la sofisticación del usuario móvil, pues difícilmente estará dispuesto a regresar a un mundo de conectividad que excluya el aspecto audiovisual. Esta evolución en las exigencias de los usuarios tiene repercusiones directas en los costos de adquisición de nuevos entrantes y el desarrollo del mercado de aplicaciones.
Otra pregunta que comúnmente escucho de los periodistas es cuáles son los principales desafíos del sector de telecomunicaciones. Mi respuesta no debe ser sorpresa para los lectores habituales de esta columna. Los tres desafíos principales que identifico son en primer lugar la falta de espectro radioeléctrico limpio entregado a los operadores inalámbricos que pueda utilizarse de forma inmediata. Asignar espectro que esté sucio y no pueda utilizarse hace más daño que bien al desarrollo de las telecomunicaciones. En segundo lugar, menciono la falta de una gran capilaridad en fibra óptica que llegue a todas las regiones de los distintos países de la región y en tercer lugar, dificultades regulatorias al momento del despliegue de infraestructura que puede atrasar en años la expansión de una red de telecomunicaciones.
La entrevista usualmente concluye con la pregunta de rigor: ¿qué se está haciendo para resolver los problemas actuales de las telecomunicaciones?
La repuesta no es sencilla debido a la gran diferencia en desarrollo en telecomunicaciones que vemos en el hemisferio y los diversos acercamientos que han emprendido los distintos gobiernos con el objetivo de mejorar la situación de su mercado local. Lo importante es que hay ciertas coincidencias entre las cuales se pueden destacar el trabajo para armonizar ciertos aspectos como, por ejemplo, las bandas a utilizarse para servicios móviles, en entes como la Comisión Interamericana de Telecomunicaciones (CITEL) y la Unión Interamericana de Telecomunicaciones (UIT).
También existen numerosos planes de conectividad que buscan desplegar a nivel nacional diversas plataformas tecnológicas que permitan la oferta de servicios de backhaul a las nuevas tecnologías de banda ancha móvil. Algunos de estos planes incluyen proyectos de cooperación entre el sector público con el privado con el objetivo de acelerar los despliegues de infraestructura.
Al final de la conversación con el periodista siempre trato de que entienda una realidad inalienable de las telecomunicaciones latinoamericanas: hace falta mucho trabajo por hacer.